domingo, 21 de enero de 2018

Psicoterapias de tercera generación


Resultado de imagen de robot terapeuta
 
 
 
 
 
Dicen los terapeutas de tercera generación (de un modo que comparto como real, pero también en ocasiones excesivamente autoelogioso) que ya hemos dejado atrás las terapias de primera generación (en las que se sometían a premios y castigos las conductas no deseables de las personas, esperando re-adiestrarlas) y las de segunda generación (en las que se analizaba una y otra vez el significado, las creencias y las cogniciones que laten detrás de cada sentimiento o de cada conducta, esperando de un modo algo socrático que conocer mejor  fuese seguido per se de actuar mejor).

 

Y así hemos llegado a las terapias de tercera generación, que de alguna manera intentan dirigirse hacía un cambio no directamente impuesto desde fuera, ni simplemente automático tras un acto de conocimiento, sino como un proceso en el que el terapeuta se ajusta a la velocidad del paciente al recorrer las tres etapas de sentir, pensar y actuar.

De alguna manera esto me recuerda que cualquier forma de autoridad histórica ha intentado también, a gran escala, modificar (de acuerdo con su juicio sobre lo que era bueno) la conducta de los súbditos en cada caso. Y en realidad hemos vivido (y siguen coexistiendo) las tres etapas:

 

Una primera generación en la que desde un punto de vista conductual se esperaba modificar la conducta mediante premios enormes o castigos enormes (si haces esto te ganarás la Medalla de Honor, si no haces esto te cortaré la mano, o te colgaré, o mataré a los de tu tribu, o te encerraré en prisión, o te quitaré la Playstation…). Su eficacia es cuestionable (ni la muerte anunciada disuade al criminal, como millones de muertos atestiguan en conflictos interminables).

 

Una segunda generación, en la que se pensaba que bastaba con ilustrar al “ignorante pueblo llano” para que automáticamente viniese la razón: es la etapa el modernismo ingenuo e ilustrador. Por supuesto que creo que cuanto mejor se conoce la realidad más libre puede ser uno de elegir la mejor de esas realidades… Pero la Realidad nos muestra que no basta con dar conocimiento si no se da un sentido y una sensibilidad. A su manera, los alemanes de la Segunda Guerra Mundial fueron una generación muy culta, o las capitales europeas de la colonización, o la Roma imperial que masacraba a galos, cartagineses o rebeldes colgándolos de un madero hasta que muriesen asfixiados, o los escritores ultrailustrados que acababan dándose a la bebida...

 

Así que la tercera generación que ahora nos proponen con curiosos nombres supermodernos (Counselling,  Mindfulness, Aceptación y Compromiso…) me seduce, porque creo que se acerca a una buena manera de acompañar en el camino de la verdadera libertad, de la solución sencilla (que no simple) de los problemas. Pero me produce cierto rechazo que, por su innegable eficacia, y por el legítimo deseo de que reciban el valor que merecen, y se apliquen con el cuidado debido, se caiga en la misma situación que contaba Goyo Jimenez cuando pidió una magdalena en un Starbucks y le dijeron que ahí no servían magdalenas, sino “Muffins” (dejo enlace, si quieres reir un rato).

 

Por eso quiero recordar que  ya va camino de los dos milenios de vida un grupo (asamblea universal, se hacen llamar) que dice querer cambiar la conducta violenta por la paz, el odio al extranjero por la fraternidad, la adoración al dinero por la sobriedad respetuosa con el entorno y con la limitación de bienes, y la exaltación del poderoso por el cuidado especialísimo al más frágil. Como buenos sembradores, su buena semilla (que ya existía de modo “natural”, como todas) ha ido cayendo también en muchos corazones y comunidades fuera de su grupo, claro está. Y como grupo real, algunos de sus miembros han caído en la tentación de buscar para sí el poder que atraía el valor de su semilla, o han dado un sucedáneo corrompido o estéril de esa semilla. Pero si miramos a aquellos que dicho grupo reconoce como mejores ejemplos de su “espíritu”, o a su promotor original, veremos mucho de terapéutico en ellos. Porque resulta que ese grupo tiene unas prácticas que me recuerdan bastante a la aceptación y el compromiso (una terapia personal y gratuita en la que invitan a las personas a que hagan un examen de conciencia, a que sientan dolor por aquello en lo que hayan dañado a otros o a sí mismos, a que hagan un compromiso personal de cambio, a que den formalidad a todo este proceso, y a que acepten con responsabilidad algunas consecuencias penosas, la penitencia de sus errores, sin “escurrir el bulto”).  Este grupo también tiene, a modo de “Counselling”, una antigua tradición en la que alguien más veterano y sereno escuchaba y ayudaba a reorientarse a aquellas personas que acudían con espíritu dolorido o confuso. Y tiene algunas prácticas que me recuerdan bastante a ese dejar de lado un rato las preocupaciones, los dolores pasados, y el ruido, y ofrecer un espacio sereno, silencioso, “sagrado”, en el que conectar con el ahora, o con lo hermoso trascendente, o con la eternidad.

 

No sé. Con tono de humor  (que es la herramienta para deshinchar lo “pomposo”) me pregunto si aún quedan algunas terapias de cuarta generación por venir. Quizá pronto alguna academia empiece a dar cursos de “Eating something periodically with friends”, “Excursioning por el monting”, “Escuching o watching good stories”, “Recitacioning de frases de paz universales”, “Canting together”, “Cuidaring a otros menos favoreciding”, “Acompañing en el sentimienting”, “Caminaring”, “Comering sobriamently”, “Desprending de excesing de cosing”, “Descansing de tareing semanally”, “Implicaring en changing the world”, “Perdoning”, etc…

 

Ironías aparte, en la Unidad en la que he trabajado diez años hacíamos todas estas cosas de “cuarta generación”, pero no las llamábamos así (a ver si las encuentras por su nombre en este enlace), ni nos sentíamos inventores de nada (quizá conozcas alguna asociación que lleve siglos practicándolas).

Así que, si queremos ser originales en nuestra terapia, no inventemos. Actualicemos, encarnemos, personalicemos, vivamos… lo original. El sentido común.

No hay comentarios:

Publicar un comentario