lunes, 28 de septiembre de 2015

Carta a una persona dolorida







Hace poco tiempo caía en mis manos una carta que alguien, con sabiduría, escribía a una mujer que se sentía dolida y desorientada tras una ruptura sentimental. Por lo terapéutico de su contenido la reproduzco a continuación, añadiendo al final un par de curiosidades. 




¿Qué, ahora cómo estás? Plantada por tu historia acabada…, y frente a ti, la enorme cuesta arriba… Te sientes algo sola, sin nadie que se siente a escucharte, que comprenda tu situación…

No te debes rendir. Sigue siendo tú, persigue tu destino, pues todo ese dolor que está dentro, nunca debe interferir en tu camino. Descubrirás así que tu historia, toda, y cada minuto, pertenecen tan solo a ti.

Mas, si te has quedado tú navegando sin razones ,en el mar de tus porqués…

Mira en ti, escucha el silencio: tu corazón te soplara las palabras. 
Mira dentro de ti misma y, entonces, prueba si alcanzas donde te lleva tu alma.

Es difícil decidirse, (qué es lo correcto… qué debe hacerse…), si se tiene la cabeza en otra parte: 
tu orgullo que te atrapa, las noches que el dolor te destapa todo tu miedo a equivocarte…

Si te vuelves a sentir persiguiendo las estrellas, nunca debes renunciar… 


Cree en ti, escucha el silencio, tu corazón te curará las heridas. M
ira dentro de ti misma y entonces prueba a volar donde el dolor no te siga. 


No te engañarás, si escuchas atenta. Abre los brazos y es posible que toques cada mano, cada sueño que quieras tener. Cada uno de nosotros te espera con su corazón. 

Cada vez que dudes y que no sepas, prueba a escucharle: tu corazón sí que sabe…




Lo curioso de la carta anterior es que combina con elegancia y sencillez algunos elementos mencionados en este blog (el reflejo empático, la invitación a cuidarse, y a curar mediante el amor, la apreciación del silencio,  la dificultad de centrarse cuando hay exceso de orgullo o miedo a equivocarse, la invitación a perseguir los propios ideales, o a escuchar en calma la propia alma, la invitación a no rendirse, y a confiar en buenas gentes que acogerán...). 

Pero más curioso aún es que la haya escrito alguien de sólo 22 años, y que, para mucha gente, sólo sea una canción pop...

jueves, 24 de septiembre de 2015

Cuida tu cabeza






Hace unos meses, pensando que la mejor manera de tener salud mental es protegerla, escribía en el post sobre cuidarse y cuidar lo siguiente

Invitaciones al individuo (si quiere ser libre y feliz)

Alivia tus necesidades con sobriedad (hambre, sed, reposo, dolor, excitaciones, limpiezas): saciarse sí, hartarse no. En general, en el medio está la virtud, y en la variedad está el gusto.

Busca la seguridad razonable: el exceso de prudencia es imprudente.

Busca compañía de semejantes que te amen, o te cuiden si estás débil. Busca semejantes a quien amar, o débiles a quienes cuidarBusca personas con talentos complementarios para llevar a cabo una tarea común. Ama, admira y alaba en proporción todo lo que merece ser amado, admirado y alabado.

Cultiva tus talentos "diestros" para tu validez y el bien propio y ajeno. Para eso, viene bien rodearse de colegas con talentos afines al nuestro. Cultiva lo básico de tus talentos "zurdos" para tu humildad y autonomía. Para eso, nada mejor que los cursillos rápidos para principiantes, y ya.


Trátate bien, tanto como a quienes tienes próximos. Busca en común el sentido común. Vive en compañía, comunícate mucho y bien, pero encuentra tiempos a solas también para el silencio y la reflexión.Vive en el presente la mayor parte del tiempo, y comprende que en la vida hay ciclos
Y lee

Pero lee bien.


Y cuando, como cualquiera, metas la pata y tropieces, di perdón o lo siento a quien hayas dañado, ponte de nuevo en pie, y sigue caminando... 





Hoy quiero matizarlo, apelando a la pirámide de Maslow como resumen de nuestros objetivos vitales: 




Aunque trato de centrar este blog en el señalamiento de lo deseable, viene bien recordar algunas cosas aparentemente deseables para nosotros pero que nos alejan del camino de crecimiento según dicha pirámide. Así pues, voy a señalar aquí algunas de estos "falsos caminos", a modo de las señales en forma de X de "por aquí no" que cualquier peregrino encuentra en el ramal que no lleva la flecha de "por aquí".




1. evita la idea narcisista de creerte mejor que los demás, (es decir, en lenguaje de toda la vida, la Soberbia), porque acabarás en la fea egolatría, perderás la ocasión de amar y ser amado, cometerás imprudencias, y serás mal compañero de coordinación. En su lugar, busca crecer (la parte superior de la pirámide, la autorrealización)  

2. evita el afán desmedido de darte seguridad únicamente a través del dinero  (es decir, en lenguaje de toda la vida, la Avaricia)

3.  evita el afán desmedido de darte afecto y reconocimiento únicamente a través de los bienes materiales "lujosos" (incluído ese espejismo de afecto y validez que da el sexo sin amor)  (es decir, en lenguaje de toda la vida, la Lujuria)

4. evita esa respuesta descontrolada cuando alguien siente la lógica rabia  (es decir, en lenguaje de toda la vida, la Ira)

5. evita el afán desmedido de darte afecto sobrealimentando la necesidad básica de nutrirse  (es decir, en lenguaje de toda la vida, la Gula)

6. evita el afán desmedido de buscar afecto y reconocimiento ambicionando lo que los demás utilizan para lograr ambos fines, en lugar de ambicionar los fines mismos  (es decir, en lenguaje de toda la vida, la Envidia).

7. evita el afán desmedido de darte afecto sobrealimentando la necesidad básica de descansar (es decir, en lenguaje de toda la vida, la Pereza)


Y si te parece, para recordarlos, puedes denominarlos "errores de la cabeza que no me llevan a la felicidad aunque lo parezca", o más brevemente, "pecados capit-ales". Y puedes usar una regla mnemotécnica que yo aprendí de niño en clases de religión: SALIGEP. O puedes aprovechar esta otra regla mnemotécnica: si quieres conseguir felicidad auténtica, no PLAGIES

martes, 22 de septiembre de 2015

¿Eres tú así?








Me vas a permitir que hoy haga un pequeño ejercicio de psicoanálisis gratuito. Pero no voy a analizar a cualquier persona. Te voy a analizar a ti.



Te parecerá que es difícil analizarte si no te conozco, pero verás: probablemente sí te conozco (sé que no he difundido este blog más que a personas a quienes conozco personalmente, y si alguien a quien no conozco lo ha encontrado, al menos sé de esa persona que comparte interés por cosas que me interesan).


Así pues, te aviso de que esto no va a ser una colección de tópicos aplicables a cualquier persona del mundo, aunque tampoco va a ser una consulta personalizada exactamente para ti. Por supuesto, no voy a utilizar la magia, y si en algún momento te parece que algo de lo que digo es sorprendentemente cierto en tu caso, limítate a mirarlo... 


Y si me equivoco, discúlpame.


Vamos allá: 



En primer lugar, tu infancia: fuiste el fruto deseado el amor de dos personas, y disfrutaste durante tu primera infancia del cariño y el cuidado que todos los niños del mundo deberían disfrutar, aunque ello no vino de manera "clásica" (un papá fuerte y bueno, y una mamá amorosa y solícita).

Tenías un aspecto agraciado, merecedor de afectos por parte de los adultos que te rodeaban, pero no destacabas por ninguno de los atributos rápidamente atractivos para los niños de tu clase ( fuerza descomunal, ingenio rápido que se convirtiese en el payaso de clase, destreza deportiva...). Eras, por decirlo así, una persona más de talentos interiores, pero desde entonces descubriste (y te señalaron) que efectivamente poseías alguno de esos talentos. Uno de ellos era la facilidad de palabra. Otro era la capacidad de imaginar, soñar despierto, cosa que a veces te hacía pasar por distraído o despistado. Otro era la sensibilidad: te desagradaba profundamente la tosquedad de algunos compañeros, y muy especialmente la crueldad de algunos hacia otros seres indefensos. Pronto decidiste utilizar el sentido común para defenderte, y en la medida de lo posible decidiste también ayudar a aquel a quien buenamente pudieses consolar.



La adolescencia supuso un cambio. Ese aspecto externo agradable, pero no rápidamente atractivo según lo buscado en la adolescencia (virilidad evidente, feminidad evidente), te hizo pasar injustamente desapercibido, pese a que en tu fuero interno, y sin soberbia, percibías que la nobleza de tu corazón y la destreza de alguno de tus talentos interiores merecería al menos un poco más de reconocimiento. Pero en lugar de lamentarte, decidiste cultivarte con serenidad, rodeándote de personas buenas por dentro como tú, y evitando las tentaciones fugaces de disfrazarte de seductor o de seducir a los más frágiles. 
Quizá en esa época fue cuando buscaste algún tipo de comunidad o ideología que fuese acorde con tus valores más profundos, ya escritos desde la infancia, y así decidiste incorporarte a alguno de los muchos rebaños de mansos que se ofrecen hoy en día.


Y así llegaste a la etapa universitaria. Sí, intuyo que buscaste en el cultivo de tu intelecto un modo de crecer y realizarte, pero lo hiciste en campos que no te iban a suponer una posición económica desahogada. Preferiste aquellas disciplinas con las que conocerte mejor a ti y a tu mundo, y con las que ayudar a los demás. Lo conseguiste, por cierto.


Y luego... la vida adulta

Has amado, dando más de lo que has recibido, pero has ido saldando esa deuda llenándote de otros amores más "del alma". Has sentido dolor al no ser correspondido en ocasiones, o al comprobar cómo quienes decían compartir ideales contigo, luego se volvían demasiado terrenales... Pero la mirada de otros seres mansos como tú te ha aliviado en muchas ocasiones, y te has aprendido a dar también, en pequeños detalles, el cuidado sereno que a veces no te daba este mundo.

Y has sido reconocido, aunque no lo suficiente, y por eso, cuando contemplas tu situación (que no es mala, por otra parte) sigues soñando con un futuro reconocimiento, y disipas esa rabia pertinaz (que no apruebas, pero está) a base de paseos, vagabundeos mentales e intelectuales, a veces con ayuda de cine y literatura, yoga, meditación, música, paciencia, tabaco (con ambivalencia al saber que te destruye por dentro), cuidado de otros,  una curiosa avidez por el tomate, y algo que en otros tiempos llamarían oración, y que podríamos traducir por palabras, muchas palabras, pronunciadas o pensadas...


Te felicito. Porque aunque no siempre la encuentras, eres una de esas personas que buscan sin cesar la Justicia. 


Un par de consejos, para terminar: 


No rebajes tus ideales, hazlos reales.

Busca la compañía de quienes compartan tus sueños.




Cuídate, y ánimo. They may say you are a dreamer, but you are not the only one...



lunes, 7 de septiembre de 2015

Idealismo y realismo







Acabo de terminar de releer una novela, Tras las huellas del hombre rojo, que me ha dado pie a escribir esta entrada (con lo que doy por terminado mi descanso vacacional, por cierto). Sin pretender destriparla, narra el choque cultural entre un hombre neanthertal y una tribu de Cromagnones, aprovechando el autor para representar la eterna lucha entre la visión de la vida realista (ese hemisferio izquierdo pragmático y analítico) y la idealista (ese hemisferio derecho espiritual y poeta).

Quiero hilar esto con la entrada que escribí sobre las dos mentes, sobre El Quijote, y sobre Platón y Aristóteles. Así pues, te invito a leer los enlaces que dejo, y luego continuar con esta entrada.

¿Ya?

Pues continuamos. Hoy no me propongo, como Silvio, fundar un partido de sueños (aunque como poema cantado, es bien hermoso). En realidad, quiero dar entidad a ese "mundo de sueños" del que Platón, el cine, los libros, y miles y miles de generaciones nos han hablado. Es ese "otro mundo" ideal (de ideas) que habitamos mentalmente, y que construimos entre todos los seres humanos cada vez que hablamos, contamos historias, imaginamos y... soñamos.

Voy a lanzar una hipótesis: todos tenemos en nuestra mente ideal una percepción clara de dicho mundo (donde los buenos ganan, las cosas se hacen bien, el esfuerzo tiene recompensa, y se suman las fuerzas en comunidad), y al mismo tiempo todos tenemos en nuestra mente real una percepción clara de este mundo (donde los pillos que hacen daño a veces ganan, las cosas a menudo se hacen mal, el esfuerzo a veces no da frutos, y nos ponemos obstáculos unos a otros).

Percibir la distancia entre ambos mundos (la brecha entre cómo deberían ser las cosas y cómo son) duele, como duele una herida (que separa sus bordes).

El dolor es mayor cuanto más grande sea la distancia entre ambos mundos (una madre perdiendo a un hijo, o el fracaso de una buena idea en la que uno ha invertido mucho), pero también la emoción de lágrimas de alegría es mayor cuando una gran herida se cierra (cuando alguien se salva de una muerte anunciada gracias a un acto heroico, o cuando un anónimo ciudadano es reconocido y tratado por la vida como merece, recibiendo un premio enorme...).


Pues bien: nuestra vida es un continuo proceso de toma de decisiones para cerrar las heridas entre ambos mundos. A pequeña escala, utilizamos maniobras que armonizan ambos hemisferios cerebrales (la nicotina, la música, el movimiento alterno de las piernas al caminar o de las mandíbulas al masticar, la conversación, que es el proceso de formar palabras concretas a partir de ideas difusas...). Y con eso vamos tirando. Pero a veces la herida duele más de lo habitual (injusticias demasiado grandes que producen rabia, o pérdidas demasiado dolorosas) y entonces tenemos tres alternativas:

1. Apagar nuestros ideales: hacer que nuestro cerebro idealista, el que tenemos desde la infancia, se haga más duro, "madure", y deje de hablarnos...

2. Refugiarnos en paraísos artificiales: "engañar" de un modo casi disociado al cerebro ideal dejando de mirar a la realidad, mediante un sucedáneo de ese "mundo ideal", sumergiéndonos en obras de ficción, o en drogas, o en objetivos vitales pueriles...

3. Cambiar la realidad: recuperar la calma que se pierde al sentir el dolor (mediante las maniobras de armonía que citaba más arriba) y después, con calma, plantar bien los pies en la realidad para caminar en dirección al horizonte de ideales. Eso supone lucha, claro que sí. Pero merece la pena.

Creo que no hace falta que diga cuál me parece mejor. Espero que todo este blog sea una muestra de lo que decidí cuando veía, una y otra vez, la enorme distancia entre cómo se podrían hacer las cosas en Psiquiatría, y cómo se hacen a menudo...


miércoles, 8 de julio de 2015

Entendiendo los trastornos de personalidad





No me gusta el término Trastorno de personalidad. A los profesionales a los que conozco, tampoco (les entran como escalofríos al oír hablar de ellos, y tratan de exorcizar el temor utilizando para nombrarlos el acróstico, tepé, TP...). Y algunos pacientes la confunden con esa "doble personalidad" tan típica de las películas pero tan rara en los tiempos laxos que vivimos (quién necesita disociarse, si ya lo hace la sociedad por nosotros...)

Personalmente, veo poco práctico el diagnóstico de trastorno (el que sea) de personalidad.

1. Primero, porque es poco específico: es frecuente que, a partir de una impresión del terapeuta sobre los rasgos destacados (y dañinos para el paciente o para los demás), se haga un diagnóstico de Trastorno mixto, o que se destaque sólo uno de ellos, pero no se mencionen otros rasgos existentes...Casi ningún caso que he conocido era "puro" (copio aquí una tabla con los diagnósticos oficiales)





2. Además, a menudo la impresión depende del momento vital (y anímico) en que vemos a la persona de manera que:

a) muchos en estados depresivos parecen dependientes, fóbicos, obsesivos o histriónicos de lo patológico...

b) muchos en estados exaltados parecen narcisistas, antisociales, histriónicos de lo espectacular...

c) muchos en estados psicóticos parecen esquizoides, esquizotípicos o paranoides...

d) y muchos inestables anímicos parecen... afectos de trastorno límite (llamado también de inestabilidad emocional).


3. Yendo un poco más al fondo, creo que ninguna personalidad está esencialmente "trastornada". Puede estar poco madura (y que aparezcan inmadureces) o "cruda" (y que aparezcan crueldades). Pero eso se arregla, como pasa con la fruta poco madura, con tiempo, luz (conocimiento), agua (dejando fluir las emociones líquidas...), nutrientes (saciar necesidades básicas, de seguridad, de reconocimiento y autorrealización) y calor (compañía, amor). O como pasa con la comida cruda (aquí lo más importante es el calor...).


4. Por último, he de decir que a menudo el diagnóstico se convierte en una losa pesada para quien lo reciba: a lo peor, puede verse "etiquetado" como paciente molesto, o simulador, o "intratable". Quizá se atiendan menos de lo debido esas fluctuaciones anímicas que podrían tener tratamiento, o al revés, se trate más de lo debido, y se entre en yatrogenia farmacógena. Y qué decir de las consecuencias sociolegales... Un diagnóstico de trastorno de personalidad puede producir un exceso de medidas (exonerándole de las responsabilidades o consecuencias que le harían "madurar", o declarándole minusválido y dándole una renta vitalicia con la que, a falta de verdadero trabajo y amigos, comprará sucedáneos de afecto y validez).


¿Y todo para qué? ¿Para que le incluyan en terapias pocas veces eficaces (en un estudio francamente honesto de un hospital de día para trastornos de personalidad, los que no se iban de alta voluntaria, mejoraban tanto como... los no tratados que estaban en lista de espera)? ¿Para que una aproximación basada en lo aparente (la conducta disfuncional) les diga una y otra vez que "no ponen de su parte" por mantenerla (sin haber entrenado en muchos casos conductas alternativas más funcionales)?


Vaya por delante que respeto y valoro todos los esfuerzos que miles de terapeutas, y millones de pacientes diagnosticados de trastorno de personalidad, realizan para encontrar maneras de aliviar el daño de un modo psicoterapéutico (valoro especialmente la experiencia de Marsha Linehan,  la paciente más grave durante dos años en el pabellón de psiquiatría Thomson 2, que se autoayudó, se hizo psicóloga, y creó la TCD). He asistido a conferencias de diversos terapeutas (incluído Otto Kernberg) y a ellos me remito al plantear lo lejos que estamos de ayudar eficazmente a la mayoría de los pacientes... Pero creo que estamos enfocando mal estos trastornos. Y por eso quiero plantear otro punto de vista.


Para ello, voy a copiar a continuación con pequeños cambios, de la entrada sobre el amor (como sinónimo de afecto, cuidados, atracción y atención) que escribí hace unas semanas. Lo hago con el objetivo de que eso que sí vemos (los diversos patrones claramente diferentes de relación con uno mismo y con los demás, identificables en tests y en historias) lo miremos de un modo más sencillo: en términos de amor y validez.




Allá voy.



"(...)Vuelvo, pues, a decirlo más concretamente: nuestra sed de amores (en el sentido de los tres niveles superiores de la pirámide) es infinita. Por ello, lo buscaremos en filias (el amor de los semejantes), eros (la atracción de los complementarios), admiración (en lo que tengamos de ad-mirable para otros) o cáritas (el cuidado atento que nos den otros). En realidad, y en la práctica, para una relación duradera de cualquier tipo  hoy en día, mucho más importante que los atributos (lo "dotado" que uno esté) o los bienes (la "dote"), son los dones, o los valores, o una misión común, que logran una se-ducción más lenta, pero más sólida: nos hacen ser buscados por quienes buscan quién les ame, recíprocamente, o buscan participar de la entereza que da lo bello, bueno y verdadero, cuando uno los ve y se entera.

Sin embargo, a veces alguien tiene un deseo de amor tan grande y voraz como el que da una infancia nutrida de modo caótico (afecto pero descuido, abrazos pero luego abusos, carencias varias...) 


Quizá por eso, cuando se exagera la utilización de estrategias de obtención de amor (por una crisis personal, o por una malnutrición de afecto desde la infancia), aparecen unos trastornos de personalidad ...(mejor sería decir trastornos de la estrategia para saciar la sed de amor)




Falta amor y sabe buscarlo atrayendo amor: histriónico (de su "talento" o sus "atributos"). Ha recibido en el pasado mucho amor, y aspira a lo mismo, porque ya no lo recibe...

Falta amor y sabe buscarlo destruyendo: sociópataQuizá por daño grave en la transmisión de la norma moral infantil, o por carencias o excesos de cuidados extraordinarias, ha aprendido mal a saciarse, con malos ejemplos y experiencias.

Falta amor  y sólo sabe buscarlo en una cosa: dependiente (en cuanto encuentra una fuente "segura" de amor, dado por una persona, cosa o sustancia, se aferra a ella con fuerza, temiendo perderla). Ha experimentado poco amor.


Falta amor y no sabe buscarlo: límite o borderline, con el miedo compulsivo al abandono de los TLP (lo que se manifiesta en relaciones intensas cambiantes, fluctuando entre el goce de unirse y el miedo a disolverse en la unión, entre el goce de la autoafirmación al separarse y el miedo a la soledad si nadie más le quiere...)


Falta amor y no quiere (no confía) buscarlo: esquizoide. Ha experimentado mucho el no-amor, y ha decidido dejar de buscarlo, no saliendo a vagar fuera de los muros de su refugio (encerrándose en sí mismo).

Falta amor y busca dolor: masoquista. Ha experimentado el enfermizo placer de ser objeto de atención dañina sin serlo de otro tipo.


y cambiando unas pocas palabras...

"(...)Vuelvo, pues, a decirlo más concretamente: nuestra sed de validez y reconocimiento (en el sentido de los tres niveles superiores de la pirámide) es infinita. Por ello, lo buscaremos en el reconocimiento de los similarmente talentosos, en la aprobación de los superiores, en la adhesión de los que carecen de ese talento, y en la obediencia de los subordinados. En realidad, y en la práctica, para una cooperación duradera hoy en día, mucho más importante que el talento (lo "brillante" que uno sea) o los poderes (la "potestas"), son los frutos, o los carismas, o una misión común, que logran una co-operación más lenta, pero más sólidanos hacen ser buscados por quienes buscan quién les valore, recíprocamente, o buscan participar de la grandeza que da lo valioso, cuando uno los ve y lo reconoce.

Sin embargo, a veces alguien tiene un deseo de validez tan grande y voraz como el que da una infancia nutrida de modo caótico (premios y castigos exagerados, elogios fugaces pero luego humillaciones, carencias varias...) 



Quizá por eso, cuando se exagera la utilización de estrategias de obtención de validez/reconocimiento (por una crisis personal, o por una malnutrición de validez desde la infancia), aparecen otros trastornos de personalidad ... (mejor sería decir trastornos de la estrategia para saciar la sed de estima)


Falta validez y sabe buscarla: narcisista (muestra lo que sabe que hace especialmente bien, y se siente superior por ello). Ha  recibido en el pasado mucho reconocimiento, y aspira a lo mismo, porque ya no lo recibe...

Falta validez y sabe buscarla en destruir para darse validez (como dueño del destino de la víctima, o por contraste con la humillación que le inflige): psicópata, (en idioma común, sádico, monstruo, demonio...y si le falta valor para hacerlo directamente, y adopta un estilo pasivo...: pasivo agresivo). Quizá por daño grave en el amor y validez infantil, o por cualidades extraordinarias sin cultivo extraordinario de la sencillez, la aceptación y la empatía, ha aprendido el malcon malos ejemplos y experiencias.



Falta validez y sólo sabe buscarla en una cosa: obsesivo (en cuanto encuentra una fuente "segura" de validez, ganado por su "perfección", su aspecto, o su seguridad, se aferra a ella con fuerza, temiendo perderla). Ha recibido poca validez...


Falta validez y no sabe buscarla: evitativo (de exponer lo que intuye torpe al juicio ajeno), 
con el miedo compulsivo al rechazo de los fóbicos (lo que se manifiesta en evitación intensa de las relaciones, fluctuando entre el deseo de exponerse y el miedo a disolverse en la exposición, entre el goce de la autoprotección al aislarse y el miedo a la insignificancia si nadie le valora...)

Falta validez y no quiere (no confía) buscarla: esquizotípico. 
Ha experimentado mucho el no-reconocimiento, y ha decidido dejar de buscarlo, saliendo a vagar fuera de los caminos ordinarios (extravagando).

Falta validez y sólo espera críticas: paranoideHa experimentado el enfermizo reconocimiento de ser objeto de intención dañina...


¿Y cuál es el tratamiento para cualquiera de estos trastornos de personalidad


Quien haya llegado hasta este punto, probablemente haya pensado que, en el fondo, todas las personas utilizamos muchas de esas conductas en distintas etapas de nuestra infancia como estilo habitual, o en determinadas circunstancias de nuestra vida adulta. Por eso, creo que, hipocondrias mentales descartadas, debemos pensar que, enfermizas lo que se dice enfermizas, sólo son aquellas que producen daño a otros, las que nos aíslan o dañan, o las que, por su rigidez en la vida adulta, suponen la práctica totalidad  de los modos de actuar de esa persona. En esos casos sí hay que tratar (acercar a una mayor madurez). Y eso, como la vida, es un camino...


Quizá para saber hacia dónde podemos dirigirnos si queremos tener una personalidad sana, podemos mirar la que, según cree mucha gente, es la situación deseable: la de quien tiene amor y validez, y sigue buscando crecer en ambos con eficacia y serenidad, y regala amor y validez a quien se lo merece. Al que es libre, porque hace lo que quiere, y es feliz y da..."




¿Y cómo se llega a eso? Pues amando, siendo amado, valorando al próximo, y creciendo en frutos valiosos (que cada uno y los demás podrán valorar). Uno no puede estar haciendo una terapia eterna de victimismo por no haber recibido suficiente amor. Si no nos lo han dado, pues busquémoslo. Nunca es tarde para regar lo que no fue bien regado...

Por eso, creo que una buena terapia no es la que meramente señala el problema (quién no tiene sed de más amor, o sentimientos de rabia por la injusticia de no ser valorado), sino la que se centra en enseñar a amar y a ser amado de verdad, con obras, sin dramatismos, y nunca en soledad... Y si al principio no se dan las condiciones de seguridad para ello, pues ponerlas. La distancia, o el acercamiento en grupo, suelen ser los modos en que los animales mansos pueden relacionarse al principio con los depredadores, o los rabiosos...



Intuyo que muchas personas han encontrado fuera de la psiquiatría maneras de lograr lo anterior, en grupos de gente que compartía una misión atractiva, en profesiones que llenan de amor o validez a quien las desarrolla, en aficiones creativas, en creencias y valores especialmente firmes, en entornos especialmente nutrientes o seguros... Incluso, imagino, muchos habrán encontrado su lugar en el mundo, ese espacio vital en el que sus talentos daban más frutos, y sus fragilidades quedaban a cubierto (pienso en fóbicos sociales cuidadores de animales, en esquizoides científicos, en histriónicos actores, en narcisistas jefes, en paranoides vigilantes, en esquizotípicos o borderlines artistas, en obsesivos examinadores, en sociópatas soldados, en dependientes secretarios...)


Y quizá deberíamos dejar volar un poco más la imaginación, y pensar en las personas con trastorno de personalidad como cisnes entre patos, que más que aprender a hacer cua cua, lo que necesitarían es cambiar de bandada, y encontrar la suya propia...









lunes, 6 de julio de 2015

Homofilia, homofobia y homosexualidad








Hemos asistido este pasado fin de semana a la celebración del orgullo gay (LGTB, es el término actual, integrador de cuatro formas predominantes), y me planteo hacer un breve repaso a ese tema a la luz de lo que vamos viendo en este blog. Sé que es un tema controvertido, así que antes de seguir, quiero puntualizar algunas cosas:

1. No creo que nada que implique amor y libertad entre personas libres sea enfermizo
2. La psiquiatría no debería ser jueza de lo normal, pero en muchos casos lo acaba siendo, y en ese sentido, lamento el daño sufrido por muchas personas etiquetadas de enfermas por presentar conductas que no dañaban a nadie...
3. Mi experiencia en este campo es escasa. Generalmente invito a quien lea las entradas a enriquecerlas con comentarios. Hoy eso es más perentorio si cabe, por mi confesada bisoñez.
4. No obstante lo anterior, creo que sí podemos explorar, con respeto a las personas, pero también con cierta claridad, algunos aspectos que, desde lo general del ser humano, desciendan a lo particular de cada vivencia de la identidad sexual.

Para ello, me voy a basar en cinco entradas previas (copio a continuación un breve extracto de las mismas)


La del amor

Amar es buscar y desear lo complementario (eros hacia lo hetero)
Amar es estar y gozar con lo semejante (filia hacia lo homo)
Amar es cuidar (en latín se diría curar) a quien está poco cuidado (cáritas) en sí
Amar es admirar y alabar a lo más valioso en sí


La de las filias y fobias


Aquí pongo algunos ejemplos de adicción a bienes lógicamente atractivos, a través de situaciones o cosas patológicamente atractoras...

Al orgullo de grupo, en el fanatismo político, pseudopatriótico, ultraortodoxo, futbolístico...


A la justicia de deshinchar la fama de los pomposos, en los programas de linchamiento de famosillos, y quizá, de modo simbólico, en la compulsión por explotar burbujas de plástico o espinillas...


A la atención, en la exhibición de lo atractivo llegando al histrionismo (senos, músculos, humor...) y en la movilización del entorno de los falsos suicidas, o de los niños narcisistas.


Al goce de recibir amor/eros: en la atracción fugaz que suscita en otros al excitarles, 


A la paz de encontrar el amor/eros: en saciar la excitación que otros le producen, vía directa a través del sexo compulsivo, o indirecta a través de la pornografía con onanismo

Al vigor, con la mal llamada vigorexia (orexia viene de os/oris que significa boca, absurdo en este caso, habría que llamarla vigorfilia)

A la libertad, en la compulsión de rebeldía (espíritu de contradicción), o de tiranía (esa extraña compulsión por ser aún más poderosos que sufren los muy adinerados )

Y aquí van unos ejemplos de aversión a males lógicamente repulsivos, a través de situaciones o cosas patológicamente temidas...

Al dolor propio o ajeno, en la fobia a la sangre o a las agujas, o a los hospitales.   




A que se rían de lo digno, en el sentido del ridículo cuando se va a hacer algo bueno

A la pérdida de libertad, en la fobia a los espacios cerrados, o a las masas, o al compromiso en los inmaduros...

A lo peor de un arquetipo sexual (la violencia, simpleza y tosquedad de lo masculino caricaturizado o la fragilidad, complejidad y sensiblería de lo femenino caricaturizado), en la aversión a todas las personas de ese sexo, rechazando así a la mitad del único género que existe: el humano.

A no ser amado, en el miedo compulsivo al abandono de los TLP (lo que se manifiesta en relaciones intensas cambiantes, fluctuando entre el goce de unirse y el miedo a disolverse en la unión, entre el goce de la autoafirmación al separarse y el miedo a la soledad si nadie más le quiere...)

A no ser valorado, en la timidez de los evitativos


A que se disgregue el grupo de "iguales" que le acoge, en el miedo al "diferente" (xenofobia)...


La de la sensibilidad


Vivimos en un mundo que lastima nuestra sensibilidad.

Tenemos que llevar abrigo, porque a veces hace frío. Tenemos que ponernos filtro solar, porque no tenemos (los pálidos) esa buena hormona llamada melanina. Tenemos que ponernos zapatos, porque el suelo que pisamos no es de hierba ni de arena...

Y nuestra mente... parecido. Tenemos que ignorar las miradas de quienes nos cruzamos a diario, porque uno no puede saludar a miles de desconocidos. Tenemos que ignorar anuncios que se escriben apelando al lector, o miradas directas de presentadores, o ruidos constantes de vecinos, o el dolor (real o simulado) en los ojos de cientos de personas que piden limosna, o de miles de seres humanos que nos cuentan cada día que sufren mucho en el mundo. 



La de la egolatría


Hoy quiero hablar de uno de los males que más asolan a los habitantes de estos tiempos, y que más contribuyen a llenar las consultas de los psiquiatras: la adoración al propio ego.

Si en otros tiempos los humanos adoraron a ídolos, a becerros, a los bienes materiales, al sexo, al poder... hoy, sin perder esas "latrías", los postmodernos han encontrado algo aún más adorable: su Yo.



La de las modas, en una de sus explicaciones:


2. Un deseo de ser reconocidos como parte de una tribu (urbana o indígena) con cualidades deseables (ser homo géneo). En este caso, por su importancia social, el ser humano ha buscado formas externas que no sea fácilmente imitables, es decir, que exijan cierto tiempo de trabajo o dolor, para evitar los advenedizos: rastas que tardan años en crecer, labios agrandados con figuritas metálicas, agujeros enormes en las orejas, tatuajes en zonas sensibles, piercings dolorosos).


Y una vez leído todo lo anterior, me pregunto... ¿y si la homosexualidad fuese básicamente una conducta de búsqueda de aquellas necesidades universales (afecto, pertenencia, validez, autonomía) que acaba por suponer una identidad en quien así lo plantee, y a la que se llega por muchos caminos? Vamos a explorar posibles caminos...



1. Varón con elevada sensibilidad empática, cierta torpeza para los deportes, y cierta riqueza verbal... 


De acuerdo con lo anteriormente copiado, se sentirá poco identificado con el arquetipo tosco masculino (menos aún si el varón adulto más próximo, su padre, no ha estado presente, o lo ha hecho de un modo indigno...)


Pronto desarrollará filia por lo semejante (en su caso, por ejemplo, una madre sensible y torpe en el fútbol, o unas compañeras de clase...). 


En la adolescencia, edad en que la frágil autoestima de algunos adolescentes les hace tratar de aumentarla humillando a otros, sentirá el rechazo al diferente del grupo de machitos (paradójicamente, un grupo en el que lo homo es su superheterosexualidad). Quizá eso aumente su rechazo al arquetipo macho heterosexual, y busque en un grupo de sensibles semejantes una defensa grupal. En casos extremos, puede llevar dicho arquetipo hasta el extremo de operar y hormonar su cuerpo para parecerse a él...


Con la confusión semántica que nos traemos hoy, la lógica homofilia que sentirá por sus colegas se mezclará con la lógica excitación sexual que mueve a los adolescentes a buscar pareja erótica y... voilá, la homofilia se transforma en homosexualidad (retroalimentada por la íntima convicción de que amar nunca es malo per se, y que identificarse con una minoría homogénea protege la propia identidad...)


Y con la lógica búsqueda del infinito cuando se habla de amor, nuestro protagonista vivirá historias de decepción (cuando encuentre parejas que sólo buscan sexo) y de ilusión (cuando encuentre personas lo suficientemente complementarias como para formar una pareja duradera, heterogénea en todo menos en lo genital, y por ello, naturalmente estéril).


Y quizá, con ese deseo de fertilidad de todas las personas, a menudo desplazado hacia la creatividad en los hombres, busque multiplicarse a través de la creación de otras formas de vida (arte, justicia, ciencia, literatura, amistad...) 



2. Varón hipertestosterónico con escasa empatía: 


De acuerdo con lo anteriormente copiado, se sentirá muy identificado con el arquetipo tosco masculino (más aún si el varón adulto más próximo, su padre, ha estado presente, de un modo tópicamente alentador de dicha caricatura de la "hombría"...)


Pronto desarrollará filia por lo semejante (en su caso, por ejemplo, él mismo, o unos compañeros de clase hábiles en el fútbol, o en otras metáforas de la caza, como el bulling, o el ligue...). 


En la adolescencia, edad en que la frágil autoestima de algunos adolescentes les hace tratar de aumentarla exaltando lo admirable por otros, sentirá la admiración al ídolo del grupo de machitos (paradójicamente, un grupo en el que lo homo es su superheterosexualidad). Quizá eso aumente su adhesión al arquetipo macho heterosexual, y busque y encuentre (sin la incómoda sensación de culpa que la empatía por las mujeres produce en otros hombres) numerosas hembras adolescentes que aprecian tal rol y caen presas de sus fugaces encantos, ligadas con efímeras cadenas que a nada comprometen. 


Sin embargo, las mujeres, inteligentes, una vez pasada la tormenta hormonal de la adolescencia, dejan de lado al simple "macho viril", y se aproximan al "macho poderoso" (más mayor, con más dinero...) de manera que nuestro machito ve extrañado cómo su caché atractivo baja... Al principio tratará de compensarlo en el gimnasio, admirando, cual narciso en el agua de los múltiples espejos, sus músculos hipertrofiados. Y con el tiempo, el amor que siente por su cuerpo se dirigirá a otros semejantes a él, y la filia llevará al eros, y... voilá, el heterosexual venido a menos volverá a disfrutar del sinfin de excitaciones-relajaciones que entre hombres (más fácilmente excitables y que no piden el compromiso al que tienen cierta fobia) puede haber.  


3. Mujer con elevada autoestima, suficiente inteligencia, y con un perfil de cualidades buscadas en una pareja poco frecuente en los varones, (o sin los suficientes atributos para optar al tipo de hombre que busca...)


De acuerdo con lo anteriormente copiado, se sentirá poco identificada con el arquetipo de la fragilidad, complejidad y sensiblería de lo femenino caricaturizado.


Pronto desarrollará filia por lo semejante (en su caso, por ejemplo, un padre libre y decidido, o unas compañeras de clase inteligentes y poco "princesitas"...). 


En la adolescencia, edad en que la frágil autoestima de algunos adolescentes les hace tratar de aumentarla humillando a otros, sentirá el rechazo al diferente del grupo de "maris o princesitas" (paradójicamente, un grupo en el que lo homo es su superheterosexualidad). Quizá eso aumente su rechazo al arquetipo hembra heterosexual, y busque en un grupo de fuertes semejantes una defensa grupal. En casos extremos, puede llevar dicho arquetipo hasta el extremo de operar y hormonar su cuerpo para parecerse a él...


Con la confusión semántica que nos traemos hoy, la lógica homofilia que sentirá por sus colegas se mezclará con la lógica excitación sexual que mueve a los adolescentes a buscar pareja erótica y... voilá, la homofilia se transforma en homosexualidad (retroalimentada por la íntima convicción de que amar nunca es malo per se, y que identificarse con una minoría homogénea protege la propia identidad...)


Y con la lógica búsqueda del infinito cuando se habla de amor, nuestra protagonista vivirá historias de decepción (cuando encuentre parejas que sólo buscan sexo) y de ilusión (cuando encuentre personas lo suficientemente complementarias como para formar una pareja duradera, heterogénea en todo menos en lo genital, y por ello, naturalmente estéril).


Y quizá, con ese deseo de fertilidad de todas las personas, pero mayor en muchas mujeres, busque multiplicarse a través de la creación de otras formas de vida (arte, justicia, ciencia) o del cuidado adoptivo de otros seres vivos (animales, o niños abandonados...)




4. Mujer con suficientes atributos eróticos atractivos para un número significativo de hombres, y con un deseo de amor tan grande y voraz como el que da una infancia nutrida de modo caótico (afecto pero descuido, abrazos pero luego abusos, carencias varias...) 


En la adolescencia, edad en que la frágil autoestima de algunos adolescentes les hace tratar de aumentarla exaltando lo admirable por otros, sentirá la admiración al objeto de deseo del grupo de "machitos" (paradójicamente, un grupo en el que lo homo es su superheterosexualidad). Quizá eso aumente su adhesión al arquetipo superhembra heterosexual, y busque y encuentre (sin la incómoda consecuencia de la procreación, fácilmente evitable) numerosos machos que aprecian tal rol y caen presos de sus fugaces encantos, ligados con efímeras cadenas que a nada comprometen. 


Sin embargo, los hombres, inteligentes, una vez pasada la tormenta hormonal de la adolescencia, dejan de lado a la simple "superhembra", y se aproximan a la "hembra casera" (más tranquila, con más sentido común...) de manera que nuestra "superhembra" ve extrañada cómo su caché atractivo baja, limitándose a relaciones esporádicas con hombres "serios", o a relaciones patológicamente duraderas con hombres despreciables por cualquier mujer serena, que buscan en mujeres inseguras un objeto sumiso... Al principio pensará compensarlo en el quirófano, imaginando sus labios o senos hipertrofiados. Pero si no lo hace, el amor que siente por todo lo que ella es además de su cuerpo se dirigirá a otras interiormente semejantes a ella, y la filia llevará al eros, y... voilá, la heterosexual venida a menos empezará a disfrutar del fin de efímeras excitaciones-relajaciones con hombres (más fácilmente excitables y que no piden el compromiso al que tienen cierta fobia) y empezará a disfrutar de un modo de relación más serena, comprometida, respetuosa y discreta, con otra mujer.








No sé. Se me ocurre que habrá otras historias, lógicamente, ya que esta entrada es sólo una aproximación general, pero sirvan las anteriores cuatro para ver cómo el famoso dilema "nace o se hace" es en el fondo artificial.


Lo interesante es que, una vez emergida la conducta homosexual (saliendo del armario que, a modo de caja aristotélica, constreñía artificialmente al sujeto), aparece un doble fenómeno grupal en los sujetos:


1. Una hiperidentificación grupal, comprensible como formación reactiva de "orgullo" frente a las humillaciones que cada uno habrá sufrido, pero que produce una hipertrofia de lo tópico, llegando a la caricatura...


2. Una compulsión colectiva de "cierre", tratando de completar la forma de la unión afectiva que puedan formar, mediante la imitación forzada del modelo en el que se basan: el matrimonio (en realidad, a la hora de la verdad, poco frecuente). La situación me parece más un acto de defensa de derechos que de efectiva conveniencia. Me explico: hace miles de años, la familia era más bien un clan (grupo multigeneracional con crianza compartida, amor erótico periódico ordenado y amor filia contínuo y variado) y en realidad, el matrimonio actual sólo tiene sentido como forma básica de generación y crianza "ordenada" de una prole en una época postneolítica (para evitar el Sodoma y Gomorra de los primeros años de vida "civilizada"). Por tanto, en una unión que no es fértil, la palabra matrimonio (que viene de "mater") no tiene sentido pleno. 


No obstante, en los tiempos actuales, el matrimonio tiene también un sentido de "sociedad conyugal" (dos personas que comparten el yugo de llevarse mutuamente, y de sacar adelante una casa incluso sin hijos), así que, si la palabra matrimonio se acepta para parejas sin hijos, para parejas heterosexuales que no comparten yugo porque uno domina al otro, para parejas en las que falta el cuidado mutuo, etc..., quiénes somos nosotros para ponernos "puristas" con parejas en las que sólo falta la diversidad genital ...


Voy concluyendo, pues. 


Entendamos a cada persona como sujeto libre que trata de buscar la mejor manera posible de ubicarse en el mundo, de pertenecer a grupos, de cultivar sus talentos, de cuidar sus sensibilidades, y de amar y ser amada. Apreciemos lo admirable que tiene cada modo de lograrlo, pero sin idolatrar aquellos modos imperfectos (en realidad casi todos, homo o hetero, ya que sentimos un anhelo de amor infinito que ninguna persona a solas puede saciar...), y repudiemos únicamente aquellos modos que impliquen daño a otros. La mal llamada homofobia (en realidad sería heterofobia), por ejemplo, propio de miembros inseguros de grupos frágiles, que por miedo a que se disgregue el grupo de "iguales" que les acoge, buscan la cohesión en el miedo al "diferente" ... Quizá entendieron mal el tabú que pesa sobre la homosexualidad exclusiva y generalizada (por la evidente consecuencia en la natalidad), o por la sodomía forzada como forma de humillación de unos hombres a otros hombres (usada antiguamente para reafirmar dominio jerárquico) o sobre las uniones sexuales fértiles de lo homo (intuyo que se basan en que los frutos de la unión sexual de hombres y mujeres demasiado semejantes, familiares, por ejemplo, traía deformidad y muerte...) 


La paradoja es que, alguna vez, quienes señalaban con dedo inquisidor el amor de dos hombres o dos mujeres, aplaudían la abstinencia sexual de por vida (que si fuese generalizada, acabaría con la natalidad), la consumación forzada del acto sexual dentro del matrimonio (usada antiguamente por algunos maridos para dominar a sus mujeres) y las uniones sexuales de personas tan homo como el matrimonio de dos familiares de sangre real...