martes, 3 de octubre de 2023

Sobre el objetivo de este blog, y el cómo leerlo




Este no pretende ser un blog de psiquiatría erudito. El motivo principal de escribirlo es que, después de unos quince años trabajando como psiquiatra, colaborando con la formación de residentes y de otros profesionales, siguiendo pacientes durante años en consulta privada y, muy especialmente conviviendo a diario desde hace ocho años cada mañana con 30 personas diagnosticadas de enfermedad mental grave en una unidad de rehabilitación, he ido aprendiendo algunas cosas que no se corresponden con lo que leí en su momento en los libros, ni con lo que me enseñaron de residente.

Tengo que aclarar que ni siquiera aspiro a que sea "original". La mayor parte de cosas que escriba en él sólo son "mías" en un sentido teórico (o sea, no directamente copia-pegado), pero en la práctica las he aprendido de los libros de psiquiatría (dejé de leerlos hace mucho tiempo, pero al principio sí estudié, claro está), de mis compañeros de equipo, de mis amigos, de miles de pacientes y familiares, de los medios de comunicación, de internet, de la reflexión, de mi educación en la fe católica, de mis caminatas por el camino de Santiago y mis excursiones teóricas por la heterodoxia, de miles de libros de toda índole (novelas, ensayos, poesía, divulgaciones históricas, filosóficas o científicas, teología, distopías, ciencia ficción, manuales de educación,  manuales de supervivencia zombie...). En fin. Un poco de mucho. Y por eso he decidido volcar ese poco de muchas sencillas reflexiones en torno a la psiquiatría en forma de blog, porque desde que me puse a hacerlo con el vapeo como reducción de daño en tabaquismo (mi otro tema), he descubierto lo eficaz  y cómodo de este modo de explicarme. 


La psiquiatría necesita un cambio. Pero creo más en la evolución que en las revolucionesY como creo en la inteligencia colectiva y en la potencia que tiene Internet como aglutinador de experiencias, y francamente no me veo con fuerzas como para hacer un estudio doble ciego o una tesis doctoral de cada uno de los temas que pienso escribir aquí, pues voy a lo fácil (o quizá sería mejor decir a lo práctico) y trataré de ir desgranando en estas entradas lo que de una manera genérica podríamos llamar reflexiones de sentido común y psiquiatría. Es copyleft, por cierto. Copia lo que quieras, mientras no lo uses con fines comerciales, y cites fuentes.

Espero que sea de utilidad. Y si alguien quiere enriquecerlo con comentarios, bienvenido. 



Para que no parezcan muy surrealistas los títulos, quiero dividir las entradas en ocho bloques. Si pinchas en cada uno, irás a una entrada en la que se reúnen los artículos de cada tema.

1. Entendiendo... lo que sea. Una explicación fenomenológica sencilla de lo principal que vemos en psiquiatría (alucinaciones, ansiedad, delirios, depresiones. etc...), que apunta también a pautas de tratamiento. 

2 Reflexiones: sobre lo psiquiátrico, lo mental, lo humano con cierto humor, o a veces con poesía. Y también un ejercicio de renombrar lo psiquiátrico, procurando no inventar con latinismos cacofónicos lo que ya está inventado: las palabras que hablan sobre lo humano.


3. Breve guía de diagnóstico y tratamiento minimalista: útil para psiquiatras que quieran descomplicarse (y ayudar mejor) y también para pacientes, familiares, jueces, profesores, médicos generales... que miraban la psiquiatría como algo abstruso, pese a que lo psiquiátrico les concierne y mucho.



4. Que la psiquiatría aprenda fuera de la psiquiatría: por qué inventar lo que ya está inventado. Preguntemos a la realidad, a la historia, y a los expertos de verdad.


5. Que la sociedad aprenda de la psiquiatría: ¿por qué no aprovechar el caudal de experiencia de los psiquiatras en lo suyo, el paciente psiquiátrico, y el estilo autocrítico, progresivo, cercano pero firme, de muchos psiquiatras, para extenderlo a la educación, al código civil, etc...? No te asustes por esto. No lo digo con grandiosidad. Pero grano a grano se forman largas playas.



6. Un poco de antipsiquiatría (anti-tontapsiquiatría, en realidad). Con un poco de acidez, y por etapas. No quiero destruir nada hasta que no haya crecido lo que lo vaya a sustituir. Pero de vez en cuando hay que mirar a la herida... y  señalar de vez en cuando paradojas de la psiquiatría, o pensamientos sobre lo cotidiano de nuestro trabajo




7. Compartiendo experiencia real: quince años de trabajo y ocho de ellos en una unidad de rehabilitación dan para mucho. Muchos ensayos y errores. Muchos hallazgos casuales. Muchas intuiciones que el tiempo ha mostrado como eficaces. Muchas lecciones magistrales de los verdaderos maestros: los pacientes veteranos que van bien. Los que tienen conciencia de salud.


8. Versos cantables de psiquiatría: una selección de poemas que, con acordes sencillos, se convirtieron en canciones para algunas de las fiestas de familias que organizamos en la Unidad.



En fin, la psiquiatría se hace poco a poco, como en los versos cantables de la Unidad en la que trabajo...


Y ASÍ CADA DÍA, LUCHANDO POCO A POCO,
TRATANDO DE NO "COMERME MUCHO EL COCO".
A VECES ACIERTO, Y A VECES ME EQUIVOCO,

QUE NO HAY SER HUMANO QUE NO ESTÉ UN POCO LOCO…


poco a poco, sin dar saltos, acumulando conocimiento macerado en experiencia (eso es la sabiduría), y sabiendo que llevamos con nosotros casi todo lo necesario para vivir bien. 

O sea, como las tortugas...







sábado, 26 de agosto de 2023

SOBRE EL SENTIDO

 


 

 

Una de las partes más clarificadoras de un proceso de psicoterapia ocurre cuando, tras mirar una emoción intensa, nos preguntamos de qué necesidad nos habla.

 

Y a veces, a esa pregunta contestamos con una de dos grandes necesidades: la de afecto o la de reconocimiento. Pero resulta que cuando Maslow definió en su pirámide de necesidades las cinco principales, puso en la base las necesidades básicas, sobre ella la seguridad, sobre ella el afecto, y sobre éste el reconocimiento. Pero en la cima... en la cima puso el sentido. Esa quinta y muy importante necesidad es sobre la que vamos a reflexionar hoy.

 

El psiquiatra Víctor Frankl, en el título de su obra más famosa, El hombre en busca de sentido, escrita desde la experiencia del infierno en un campo de concentración, nos recordó que los seres humanos estamos en permanente búsqueda de realidades que llenen de sentido nuestra existencia.

 

Así pues, hoy vamos a buscarlo de manera más consciente en nuestras propias vidas, en nuestra relación, en nuestra comunidad, y en el conjunto de seres humanos.

 

Valiente tarea, buscar el sentido… ¿Seremos capaces? Vamos juntos a ello. Y, poco a poco, ya lo iremos viendo.


Empecemos por definir.

 

Si entendemos la necesidad de afecto como la sed de recibir amor, y la necesidad de reconocimiento como la sed de recibir valoración, podríamos entender el sentido como la sed de dar amor.

 

Si imaginamos el afecto como una caricia en el alma y el reconocimiento como un aplauso, el sentido lo podríamos imaginar como una flecha que sale de nosotros hacia fuera.

 

Y si queremos encontrar una palabra que nombre el buen camino que va entre lo que soy y lo que mi alma quiere a esa palabra le llamaríamos libertad.

 

Así que podríamos definir el sentido como dirigirnos hacia lo que amamos en libertad. Luego veremos ejemplos.

 

Vale, ya hemos definido el sentido, pero… ¿realmente existe? y de ser así, ¿son todos iguales? 

 

La pregunta sobre el sentido se la han hecho muchos filósofos, y fue particularmente formulada en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando la humanidad entera vivía el duelo de haber visto el horror a pesar de sus avances modernos. Uno de esos pensadores existencialistas, Albert Camus, nos dejó ya un primer avance de respuesta. Él no veía el sentido en la existencia humana, testigo como era de tanto sinsentido a su alrededor. Pero en su corazón tenía guardadas las imágenes de una infancia amable. Y por eso llegó a contestarse con la pregunta "conservando tanto sol en la memoria, ¿cómo podría apostar por la falta de sentido?". De alguna manera nos decía que el sentido se aprecia, se detecta, se… siente con el corazón, más allá de la fría lógica, y que para ello el corazón tiene que haber experimentado amor.

 

Así pues, a las preguntas sobre la existencia del sentido podríamos contestar (todos aquellos que alguna vez hayamos amado o sido amados) que sí, que hay sentidos.

 

Pero no todos los sentidos son iguales.

 

Si miramos a nuestro alrededor veremos personas que aman con su vida algo dañino y decimos que están llevando un mal camino (sentido). O podemos ver personas que ni siquiera han tratado de poner sentido a sus actos y decimos que actúan en un sin sentido. O podemos ver personas que aman en exceso algo que no vale la pena y podremos decir que llevan poco sentido o pobre sentido.

 

Y también hay sentidos grandes: principalmente lo encontramos cuando lo que tenemos ante los ojos es como tiene que ser y que nos acerca a lo trascendente (la naturaleza, unos niños jugando con espontaneidad, una injusticia que se resuelve, una mirada que nos da amor o reconocimiento, un hallazgo que nos hace entender un poco más la coherencia interna de las cosas, un sonido armonioso, la belleza en el arte…). E incluso tenemos a veces el sentido común...

 

 

Pero hay un Sentido que es mejor que todos los demás.

 

Si lo queremos buscar en la realidad, y miramos lo que la vida va enseñando, sobre todo a quienes ya están cerca de terminar su paso por este mundo, diríamos que es el Amor . Y si no nos lo terminamos de creer y le preguntamos a Chat GPT cuál es el sentido de la vida nos va a decir lo mismo... (ya lo han comprobado, y así es).

 

Si lo queremos buscar en carne y hueso… podemos verlo en aquellos que aman bien o son bien amados, pero hay una persona en la historia que encarna de modo pleno el sentido de Amar. Quizá el lector haya oído hablar de Él, pero en todo caso el mundo también le reconoce (marcamos la historia con la fecha de su humilde nacimiento) y poco a poco se va acercando, con tropiezos y lentamente, pero con firmeza, a Ese cuyo Corazón (y no la cabeza, o los ojos, o los músculos) tienen muchos, con todo el fundamento, como Sagrado.

 

 

Y si queremos buscar en nuestro interior… el sentido es aquello que de verdad queremos cuando nuestro corazón está en calma y siente con fuerza. Un hombre llamado Agustín, que pudo hacerse estas preguntas hace más de quince siglos después de haber estado en búsqueda vital bien variopinta, lo resumía en su frase ama y haz lo que quieras, y nuestras propias vidas nos recuerdan el sentido de cuando nos hacen volver a ese primer sueño (cada cual tendremos los nuestros) en el que queremos seguir un camino porque quisimos en libertad, y por tanto, queremos.

 

 

 

Así que, como cada vez estamos más familiarizados con las emociones, vamos a dejar de momento un poco de lado las reflexiones teóricas y a fijarnos sobre todo en las experiencias de sentido que encontramos gracias a estas emociones. Vamos a revisar escenas en las que la emoción no nos hablaba de nuestro afecto ni de nuestro reconocimiento, sino del sentido.

 

Por ejemplo: esta mañana he sentido una gran satisfacción al ver a mi perro correr con alegría detrás de la pelota. Es una maravilla verle desarrollar capacidades para las que tiene dones naturales.

 

Por ejemplo: ayer me sentí enfadado cuando pasé con el coche por una zona de obras junto a nuestra casa que han planificado torpemente, haciendo que tengamos que dar un gran rodeo. Me enfada que alguien me haga gastar tiempo inútilmente...

 

Por ejemplo: ayer me sentí triste cuando vi abandonado a medio hacer un proyecto que empecé hace unos meses junto con unos amigos. Se queda sin cumplir algo que me ilusionaba y tenía mucho sentido

 

Por ejemplo: ayer me sentí preocupado cuando pensé en los trámites que tendría que hacer con una compañía de teléfonos, porque me iban a ocupar mucho tiempo. Tener que perder tanto tiempo en burocracias es un sinsentido, y temo que ocurrirá.

 

Por ejemplo: estoy ilusionado al escribir esta entrada, porque creo que servirá a quienes la lean. Más allá del reconocimiento o afecto que pueda recibir, me llena el corazón el gran sentido que tiene.

 

Y tú mismo, lector, puedes preguntarte: ¿Recuerdas alguna escena que te haya producido satisfacción, tristeza, enfado, preocupación o ilusión y que puedas relacionar con el sentido? Intenta pensar en una con cada emoción.

 

 

De acuerdo, ya hemos visto que las emociones nos hablan también del sentido. Y ahora ¿qué?

 

Pues, como hacíamos con las otras necesidades (afecto y reconocimiento) ahora tenemos que recordar que a las emociones se les debe escuchar, pero a lo que hay que obedecer es a la libertad. Si una emoción nos recuerda que tenemos sed de una necesidad, no debemos vivir de esperas, o responsabilizar a otros. Tenemos que hacernos cargo de cubrir esa necesidad. Y eso, en el caso del sentido, significa que, si vemos poco sentido, o malos sentidos… está en nuestra mano mirar mejor, en primer lugar, para ponerlo, si no lo había, buscarlo cuando no se ve a simple vista. Como en la conocida fábula de Peguy, en la que al preguntar a tres picapedreros qué hacían, uno se conformaba con “simplemente pico piedra”, otro ya añadía “gano un jornal para mi familia” y el tercero, más clarividente, respondía “construyo una catedral…”. Y así podremos hacernos a veces las preguntas: ¿Cuál es la emoción más intensa que me habla del actual sentido de mi camino vital? ¿Qué puedo hacer mejor para que ese camino crezca en sentido?

 

De acuerdo. Vamos a ir buscando o construyendo sentido en nuestras vidas, según vemos que nos dice el corazón. Pero… resulta que en esa búsqueda o construcción de sentido hay que estar atentos, porque en realidad no sólo queremos tener sentido: queremos tener buen sentido, y eso requiere evitar algunas trampas

 

La primera es quedarnos en las palabras buenas, desprovistas de vida. Sí, muchos de los mejores sentidos se puede expresar en palabras. Pero no SON las palabras. En estos tiempos de tanto llenarse la boca con palabras elevadas, viene bien recordar esas palabras de un inspirado ciudadano de Tarso hace dos mil años, que enumeraba el valor de los dones de palabras, pero que advertía que “si falta el Amor, no sirven de nada”, o ese lúcido retrato que hacía Chesterton de “(…) una clase de hombres que en realidad prefieren los libros a todo aquello con lo que los libros están relacionados: lugares hermosos, hechos heroicos, experimentos, aventuras, religión. Leen acerca de estatuas de dioses sin avergonzarse de su propia desaliñada e indolente fealdad; estudian los testimonios de actos magnánimos y públicos sin avergonzarse de sus vidas ensimismadas y ocultas. Se han convertido en ciudadanos de un mundo irreal y, como los indios en su paraíso, persiguen con jaurías de sombras un ciervo de sombras".

 

 

La segunda es saturarlo de aperitivos de sentido (los juegos, las tareas de “hacer por hacer”, los objetivos vitales pueriles, las historias vistas desde un sillón…).  Ojo, los aperitivos no son malos en sí mismos, e incluso a veces pueden ser oportunos como anticipos provisionales de sentido, o como recordatorios cuando ya estamos siguiendo un buen sentido pero atravesamos un momento de escasa percepción de su sabor… Lo que sí es dañino es la saturación de aperitivos, porque quita el hambre del mejor y más nutritivo alimento, del Sentido verdadero.

 

 

La tercera es confundir esperanza con expectativa y cuando falla ésta (y viene la desilusión) caer en la creencia fácil de que nada tiene sentido. Es un error que cuando aquello que hemos visto deja de ser visible nos lancemos a creer que ya no está. Así que, si no lo vemos, podemos empezar por apoyarnos en el fundamento de que alguna vez lo vimos, y luego buscar paz y fuerzas para volver a mirar, y así reencontrarlo. Ojos que no ven, corazón que no siente, y por tanto ojos que ven (o que han visto), corazón que siente.

 

 

La cuarta es creer que ya se ha encontrado del todo con algo que tiene sentido parcial, como el inicio de un proyecto ilusionante, o las fuentes especialmente ricas de necesidades básicas, de seguridad, de afecto o de reconocimiento (como el sexo o el dinero). Para entenderlo, podemos comparar el sentido también con un camino. Pararse a descansar o a comer también forma parte del camino. Pero no puede ser todo el camino (un peregrino del Camino de Santiago también está haciendo camino cuando está sentado en una cafetería tomando un pincho de tortilla, pero digamos que si eso es lo único que hace… no sería peregrino). De la misma manera, cuidar la seguridad o recibir afecto o recibir reconocimiento nos llena (parcialmente) de sentido. Pero no puede ser todo el sentido de nuestras vidas. Un camino, sin un caminar, ya no es camino.

 

La quinta es llenar la sed de sentido con sentidos impulsivos inmediatos y fugaces. Volviendo a la analogía del sentido como una flecha podríamos decir que hay dos fuerzas que empujan en la misma dirección aunque tienen sentidos opuestos. Una, más potente inicialmente (podríamos llamarle la fuerza de las liebres…) es el sentido del porque no: aquellas ocasiones en las que percibimos intensamente el impulso para movernos alejándonos de algo que no queremos. Como cuando uno busca comida porque no quiere pasar hambre o cuando uno busca compañía porque no quiere estar solo. Y la segunda fuerza, menos potente al principio, pero mucho más fuerte y duradera (podríamos llamarla la fuerza de las tortugas…) es la del porque sí: cuando la fuerza que nos impulsa es nuestra voluntad queriendo acercarnos a algo que amamos. Pero hay también sentidos del porque sí impulsivos y fugaces, como cuando nos hemos sentido excitados por una ilusión, quedándonos con la corazonada de sentido de la primera mirada llena de emoción, en lugar de templarlo primero. Recordemos las lecciones de nuestros mayores: las tortugas acaban adelantando a las liebres. O la semilla que crece demasiado superficial, pronto agosta sus brotes…

 

La sexta es confundir medios con fines, y tratar siempre esos medios con una importancia que sólo merecen cuando los consideramos verdaderamente como medios para fines importantes. El tiempo, que ayuda a dar perspectiva, nos puede ayudar a discernir cuándo algo que ha tenido sentido como medio en un momento dado, ya va dejando de tenerlo.

 

 

Y la última es confundir libertad con rebeldía o independencia. Ciertamente la libertad es rebelde frente a los malos señores, pero no toda rebeldía es verdadera libertad. La independencia es, como ya vimos, un primer paso necesario para ser libre. Pero no es suficiente para tener verdadera Libertad. Utilizando la famosa película de Cadena perpetua, el protagonista no es libre solo porque sale de la cárcel. Es libre porque, una vez fuera, puede ir al lugar que quería, Zihuatanejo. La frase haz lo que quieras solo será camino de sentido si va precedida del verbo ama.

 

 

En fin. Termino con una reflexión que nos puede dar esperanza, pero que no debe hacernos caer en el conformismo. Ya estamos en el buen camino de sentido, como personas, y como Humanidad. Mucho antes de esta entrada, ya otros corazones, y el nuestro propio, nos ha ido guiando. Y muchas veces nos guía bien. Pero a veces hace falta mirar con perspectiva para poder ver que esas lámparas humildes, que parecen impotentes para llenar el mundo de luz y calor, en realidad lo están multiplicando humildemente desde hace miles de años, y que la tarea de cada cual es cuidar las lámparas cercanas, con esperanza.

 

Y como en todo se puede mejorar, si queremos, podemos utilizar más a menudo los recordatorios de sentido (para quienes lo conozcan y lo entiendan, la recitación del Padrenuestro es insuperable, pero también cada uno su sueño de amor, o los encuentros con la naturaleza, o el ejemplo de quienes han llenado su vida de sentido, como mi buen amigo Miguel, cuya semblanza podéis ver en este homenaje que le dedicó un alumno a partir del minuto 18 y sobre todo 26' 30" del vídeo).

 

Y podemos cuidar la mejor brújula que tenemos para detectar Sentido, nuestro corazón capaz de sentir y querer, nuestro espíritu, como cuidaríamos el cuerpo de un peregrino: con los alimentos y alivios necesarios, y en movimiento. Aligerándolo de ataduras caprichosas con sobriedad, y de cargas innecesarias con el perdón.

 

Y cuando el corazón nos invite a crecer en sentido en nuestra vida, en nuestra vocación personal, o en nuestra vida como habitantes de este mundo a veces tan falto y sediento de sentido…, seguir sus inspiraciones, pero sin precipitaciones ni atajos.

 

Cada día el pan de cada día. Así seremos libres del mal.

 

Así reinará el Mejor Sentido…

 

 

 

 

martes, 20 de febrero de 2018

Psiquiatría y fe







Hoy voy a hacer una entrada diferente: me aprovecharé de las herramientas audiovisuales para escribir poco pero tratar de decir mucho sobre un tema que me parece fundamental: la decisión de creer en aquello que intuimos, pero no vemos nítidamente. 

Para ello, y apoyándome en algunas entradas anteriores (la de la verdad, la de la economía de decisiones, la del heroísmo y equipo y la de los testamentos culturales escritos) hoy voy a dejar tres enlaces: 

El primero es un vídeo sobre una charla que mantuve en uno de los centros en los que trabajo, a propósito de la relación entre psiquiatría y fe.





El segundo es una canción que, a modo de resumen de lo anterior, escribí y compartí hace unos días con un grupo de amigos en un pequeño festival (dejo enlace a la letra aquí).

GRACIAS


https://soundcloud.com/guillermo-gonzalez-478406394/oir-para-creer-m4a


Y el tercero es una novela (sí, una que fui escribiendo poco a poco...) que trata precisamente del sentido que comparte la buena salud mental con el buen cuidado del espíritu. Se titula Vía, y se puede adquirir en formato papel aquí, o en formato electrónico aquí. Y como no creo mucho en los derechos de autor, se publica sin nombre, y los beneficios van a una buena organización de caridad. 

Espero que sean de provecho.





jueves, 1 de febrero de 2018

Economía de las decisiones

No. No voy a hablar de dinero en esta entrada. Creo en el dinero lo justito para ir tirando, pero creo también que ha amalgamado en números concretos tres conceptos (valor, precio y coste) que en su origen eran bien distintos, y que reflejan mejor el valor de las cosas, y cómo de bueno es un bien...






Vamos a definir varios conceptos, fijándonos primero en lo que se produce al intercambiar bienes. Cuando yo quiero un bien que valoro, entrego una "moneda" (físicamente, o figuradamente, como mi tiempo, mi conocimiento, mi atención, etc...) que el poseedor del bien valora. Y esa moneda tiene una cara, y una cruz. Pues bien: al valor del bien le llamaré valor, a la cara de la moneda le llamaré precio, y a la cruz de la moneda le llamaré coste. Y el vendedor hará lo contrario, valorando mi moneda como un bien, y asignando a su producto una cara (aprecio que él estima que tiene su producto) y una cruz (lo que le ha costado obtenerlo). 


Vamos pues con las definiciones de conceptos:



I. el primero es el valor en sí: hablaremos de qué algo es más o menos valioso en la medida en la que produzca mayor cantidad de bienes durante más tiempo. Un título universitario era muy valioso hace años, por ejemplo, pues producía bienes a quien lo poseía (un trabajo bien remunerado) durante toda su vida. Una raya de cocaína es poco valiosa, porque aunque produce algún bienestar (euforia, apariencia de autoestima, vigor...) éste es fugaz. Y se cobra un alto precio...

II. El segundo es el coste: llamaremos coste a la perdida o daño (el valor negativo) que asumo para obtener algo más valorado por mí.  Aquí viene bien tener en cuenta que entre los costes se incluye el de dejar de hacer aquello que no elijamos por haber elegido otra cosa. A eso los economistas lo llaman "coste de oportunidad", y es muy importante al juzgar como buena o mala una decisión. La sabiduría popular dice que  algo  es muy valioso cuando vale la pena.

III. El tercero es el precio: llamaremos precio al valor de aquello que aceptaría (o entregaría) a cambio de entregar (o aceptar) algo que valoro.


No obstante, a la hora de tomar decisiones lo que tomamos en cuenta es el valor subjetivo (la valoración), la estimación del precio (aprecio) y la asunción (acto de asumir) el coste. Y eso, a la hora de concretarse en acciones depende de una serie de factores.


1. De las emociones que sintamos en ese momento: por ejemplo, alguien sediento valorará mucho el agua, y pagará un alto coste o un alto precio por ella

2. El conocimiento, que permite asignar un fundamento más real al valor en sí de lo que queremos obtener y al coste y precio que vamos a asumir por ello.

3. Y el juicio (balance de valor, coste y/o precio) que, como en muchos casos no se va a hacer con la precisión de quién calcula con piedrecitas o cálculos, se basará en lo que llamamos la estimación, es decir: ese ojo de buen cubero que depende de la estima que en nuestro ánimo provoquen tanto el bien a conseguir como el daño que costará o el precio que daremos a cambio. Se dice que algo es precioso cuando lo valoramos a un alto precio, y se dice que algo es muy caro cuando (etimológicamente hablando) es muy querido y por tanto sólo estaríamos dispuestos a desprendernos de ello por algo aún más querido, por un alto precio.


Ya hace mucho tiempo la humanidad se dio cuenta de que si los seres humanos tomaban las decisiones basándose en valoraciones para sí, y valorando poco el bien ajeno, o estimando en poco el coste en daño ajeno o valorando poco el precio en bienes ajenos perdidos, a medida que se iban tomando decisiones egoístas la comunidad resultaba más y más dañada.

Por eso, como buenos jugadores de ajedrez que saben anticiparse en varias jugadas a la realidad, muchas personas consideran capital para evitar daños futuros formar a los ciudadanos de manera que aprendan a estimar aquello que es realmente valioso y a no estimar aquello que produce valores fugaces o que supone costes elevados en daños propios o ajenos precios elevados en daños propios o ajenos... Vamos, lo que viene siendo la educación...

Pero también aprendió lo necesario que es aprender a dar verdadero valor a lo que va a producir bienes sólidos y duraderos en el tiempo, y a no evitar a toda costa el daño propio o el pago de cualquier precio (pérdida de algunos bienes pequeñitos) si era por obtener algo realmente valioso.

De hecho, la psicoterapia podría resumirse de modo minimalista en el proceso de acompañar a las personas en el aumento de valor de su vida pagando precios cada vez menores, y asumiendo sólo los costes por lo que valga la pena...



Por eso, al mirar a mi alrededor, creo que, a pesar de lo loco que parece el mundo al valorar y al pagar precios, vamos por el buen camino. 


Que así sea.

lunes, 22 de enero de 2018

Las emociones




Voy a intentar resumir en una breve entrada un esquema básico que pueda ser útil para eso que escuchamos tantas veces como muy importante: aprender a manejar las emociones.


Voy a partir de tres premisas

1. La primera es que todas las emociones son útiles e informativas, y por tanto inicialmente no han de ser juzgadas como buenas o malas, ni manejadas mediante los extremos de obediencia automática o represión

2. La segunda es que las emociones tienen que ver con nuestras necesidades y para ello me voy a basar en la pirámide de Maslow

3. Y la tercera es que las emociones primarias son básicamente las mismas en cualquier ser vivo, pudiendo resumirse prácticamente en 6 (de las que luego nacerán cientos de sentimientos complejos y matizados)


Vamos allá:  si recordamos la pirámide de Maslow, el ser humano tiene 5 niveles de necesidades:

en primer lugar las necesidades básicas
en segundo lugar la necesidad de asegurar que sus necesidades no van a ser dañadas o arrebatadas
en tercer lugar la necesidad de sentirse querido y cuidado
en cuarto lugar la necesidad de sentirse valioso y reconocido
y en quinto lugar la necesidad de que su vida tenga un sentido


Pues bien. Ya muchos autores han planteado que existen seis emociones básicas: el asombro, la alegría, la ira, el miedo, la tristeza y el asco. Quien quiera ver un buen ejemplo de estas puede disfrutar de la genial película de Pixar Inside out (con el matiz de que en el personaje de alegría funden la alegría y el asombro)




Ahora vamos a plantear las emociones como esa marcha del coche que nos señala en qué dirección podríamos moverlo, pero que no lo hará hasta que no soltemos el embrague. De hecho la propia palabra lo dice. E-moción. Ex-movere. Lo que podría mover...

Básicamente al percibir a través de nuestros sentidos una situación podemos tener dos direcciones básicas de movimiento una hacia la situación y otra en contra de la situación. La intensidad del movimiento sugerido será proporcional a la intensidad de la emoción que sintamos (en los casos extremos, se llega al bloqueo, al desbordamiento, o a la explosión).


Empecemos por las de sentido contrario

1. Cuando experimentamos que algo nos quiere privar injustamente de una necesidad básica o del afecto y reconocimiento sentimos ira (como emoción, eso nos sugiere movimientos de lucha).

2. Cuando experimentamos que algo superior a nuestras fuerzas nos puede privar de una necesidad básica sentimos miedo (y eso nos mueve hacía el alejamiento en forma de huida, o el bloqueo tratando de aferrar lo amenazado o de pasar inadvertidos).

3. Cuando experimentamos que de hecho estamos perdiendo algo de nuestras necesidades básicas sin poder hacer nada por evitarlo sentimos dolor y tristeza y eso nos mueve a llorar o lamentarnos (lo que posiblemente nos mueva a cuidarnos, a buscar cuidados, y "conmueva" a quienes nos rodean (y nos quieran) a acercarse para cubrir en la medida de lo posible esas necesidades que han quedado al descubierto)

4. Cuando experimentamos que alguno de los medios con los que pretendíamos cubrir nuestras necesidades no es auténtico o es tóxico experimentamos repulsa o rechazo y eso nos mueve a expulsar lejos de nosotros esa falsa fuente de cubrir necesidades (en el caso de los alimentos nos mueve a vomitarlos, y en el caso de las conductas que intoxican nuestra salud personal o de grupo (conductas repelentes), a expulsar a quien las realiza o a alejarnos del lugar tóxico.



Y a continuación, las dos de sentido positivo (son menos, pero eso es comprensible, pues la emoción positiva señala genéricamente "buen camino", y en cualquier camino hay una dirección correcta y varias incorrectas).




5. Cuando experimentamos que algo está cubriendo adecuadamente nuestras necesidades básicas de afecto o de reconocimiento sentimos alegría y satisfacción (eso nos mueve a seguir haciendo lo que estábamos haciendo y satisface nuestras necesidades). Ojo, también puede movernos a no movernos, a quedarnos demasiado anclados en esa satisfacción conformista y, a medio plazo, empobrecedora.

6. Y por último cuando experimentamos que algo cubre nuestras necesidades más de lo esperado (o nos daña más de lo esperado) experimentamos asombro y eso nos mueve a ampliar de modo extraordinario las vías a través de las cuales nos llenaremos de lo deseable ... Ojo, que también puede movernos a lanzarnos de forma imprudente hacia lo que nos asombra, y eso puede suponernos un alto precio...






La anticipación de emociones de satisfacción o asombro nos produce deseo mientras que la anticipación de emociones de ira repulsa tristeza miedo nos produce inquietud. En ambos casos, ese deseo produce una forma de "activación" psíquica y física que conocemos como ansiedad. Los comerciantes son expertos en producirlo (lucecitas, anuncios llamativos, olores...) para provocar la compulsión de aliviarla adquiriendo lo que "deseamos". Y eso es lo que ellos desean...

Ese deseo o esa inquietud pueden ser incrementados hasta llegar al punto de la excitación (en el caso del deseo) o de la angustia (en el caso de la inquietud).









Bueno. Pues con todo lo anterior, vamos al manejo de esas emociones. Primero pondré lo que aconsejablemente hemos de evitar, y luego lo que aconsejablemente hemos de procurar.


A. EVITA LA OBEDIENCIA AUTOMÁTICA, PERO NO LO HAGAS "REPRIMIENDO"


Por eso, cuando sientas una emoción muy intensa (incluidas las "positivas, que también tienen sus riesgos), recuerda los dos pasos:




1. Primero, sentir (como el viento que sopla, o el aire que llena los pulmones) Nunca dejes de sentir. No frenes la emoción. Acéptala como real (lo que no significa que aceptes como deseable lo que la ha producido, eso sería conformismo). Lo que hay que "frenar" (en realidad, basta con no activarlo) inicialmente es el movimiento... Actuar “en caliente” hace mucho más probable que no sopeses bien la situación, o el daño propio o ajeno que pagarás (o costará) tu solución impulsiva.


2. Y a continuación, templar. Para “enfriar” las emociones, desahógalas hablando, caminando, oyendo música, llorando… lo que mejor te funcione.  Incluso puedes usar el siempre a mano remedio de respirar la emoción (como quien sopla la cucharada de sopa demasiado caliente, o quien resopla al meterse un trozo de comida que quema...): un buen resoplido para la rabia, un buen suspiro para la tristeza, una buena bocanada de aire para el miedo... e incluso esa salva de espiraciones rápidas y desdramatizadoras de una buena carcajada...


Como curiosidad, diré que de hecho, de modo natural ya lo hacemos, y a veces esa sucesión de emociones que vemos ante cualquier duelo se entiende bien viendo cómo el cuerpo reequilibra su volumen de aire...
A la respiración detenida (reteniendo el aire) del miedo le suele seguir un suspiro de alivio...

A la inspiración rápida y enérgica (que nos prepara para la lucha) de la ira, le suele seguir esa espiración ruidosa (a menudo, un grito, una palabrota) que prolonga, al cerrar parcialmente la salida de aire para emitir el sonido, la duración del mismo en los pulmones "por si acaso", y mantiene en tensión nuestros músculos de tórax y abdomen.
Al deshincharse de aire de la tristeza le suele seguir una inspiración profunda de consuelo, o si se quiere acelerar, una inspiración rápida al mirar lo triste desde su faceta iracunda...
A la inspiración profunda del asombro le suele seguir una expresión vocal de desahogo (uau!!!).
A la respiración profunda de la satisfacción le suele anteceder una inspiración "extra" para coger buena cantidad de aire y espirar "a gusto".
A la espiración profunda de la repulsa y con sonidos guturales de regurgitación (intentando expeler el "aire tóxico") le suele seguir una inspiración rápida y superficial, intentando coger lo mínimo de volumen necesario para seguir expeliendo. 



Y para los "calentones" frecuentes (todos tenemos algún tema especialmente sensible y recurrente) haz como el gato de la fábula: en lugar de tener mil planes de huída (como el zorro, al que se comieron los perros), ten un plan sencillo pero eficaz (el que mejor te haya funcionado en crisis anteriores), y llévalo a la práctica. A veces no da tiempo a frenarse, a ser tan prudente como aconsejaba en el primer paso. Por eso, en las carreteras con mucha pendiente ponen zonas de frenado.





Y por eso, los que no somos insensibles, y sabemos que a veces podemos "acelerarnos", viene bien que tengamos un remedio sencillo, preparado y entrenado, para evitar perder nuestra libertad. Si no se te ocurre ninguno, la sabiduría popular dice que cuentes hasta cien (y así, tu mente se concentra en algo, deja de sentir la tensión, y le das al cuerpo los dos minutos que necesita para que el subidón de adrenalina se disipe...). 




B. APROVECHA LA EMOCIÓN PARA QUE TE AYUDE A ESTIMAR BIEN EL VALOR, EL PRECIO Y EL COSTE PROPIO Y AJENO.

Cuando la emoción haya pasado, y hayas tenido tiempo de ver otras emociones al respecto, o de mirar con un poco de perspectiva, o de escuchar emociones de otros, o de preguntar a alguien de confianza, si no lo ves claro.... entonces podrás sopesar, y valorar bien cómo resolver esa necesidad de Maslow dañada o ansiada. Y si la emoción se ha enfriado demasiado, entonces caliéntala un poco volviendo a pasarla por el corazón (re-cordándola). La salud mental no es decidir en frío. Eso es psicopatía. Es decidir en templado (no confundir con tibio...)


Pero como valorar es todo un arte (especialmente confuso en estos tiempos en que valor, precio y coste se simplifican a menudo en una cifra monetaria...), le dedicaré una entrada aparte.
Cuando tengas que valorar algo con templanza, recuerda las dos manos.



Hay que encontrar el equilibrio dinámico, en movimiento, entre lo que nos dice la emoción y lo que nos dice la realidad. Es casi como cocinar, al calor de la emoción, lo crudo de lo real. Y ahí, cada uno vamos aprendiendo a encontrar "el punto", según cada alimento, y cada ocasión...