jueves, 22 de diciembre de 2016

Testamentos

Hay quien cree que los antiguos eran tontos. 

Yo creo que no.


Yo creo que se presentaron diariamente a un examen francamente duro en el que aprobar o suspender marcaba la diferencia entre vivir o morir. Estoy hablando del examen de la realidad en la asignatura de supervivencia. No creo francamente que tuviesen tiempo para florituras y sí creo, sin embargo, que las lecciones que tan duramente aprendieron se les quedaron tan grabadas que imaginaron con temor que sus hijos, o los hijos de sus hijos, tendrían que volver a pasar por los mismos dolores que ellos para aprenderlas.






Por eso decidieron ahorrarles esos malos tragos y crearon las imágenes de aquello que no es intuitivamente importante, pero que la realidad les ha dicho que sí era muy importante y así apareció lo sagrado, lo divino, los dioses, lo adorable... y quisieron grabar también de modo imborrable aquello que parece intuitivamente inocente y que sin embargo conduce a la muerte al cabo de un tiempo, y a eso le llamaron los tabúes o los pecados mortales.


Imagino que los antiguos llamaban sagrado a aquello que tenía una importancia vital de primer orden, pero cuya apariencia de ser importante no era evidente, y por tanto tenía que ser enfatizada por los viejos del lugar. Ese sentido de lo sagrado, es similar al que muchos padres transmitimos a nuestros hijos cuando les vemos tomar a la ligera cosas que sabemos que son importantes: "Niño, no juegues con la comida, la comida es sagrada"." Niño, no faltes al respeto a papá o a mamá, eso es sagrado". "Niño, cuida tu cuerpo y no lo enseñes a la ligera a cualquier desconocido, eso es sagrado". "Niño, no digas mentiras a papá o a mamá, cuando te preguntamos algo tienes que decirnos la verdad, eso es sagrado". Antiguamente dirían "no apaguéis el fuego que nos ha costado mucho encender, eso es sagrado", "no faltéis a las celebraciones que nos hacen sentirnos parte de una comunidad. eso es sagrado", "no os comáis a los gatos: nos ayudan contra los roedores que se comen nuestras cosechas, y eso es sagrado...". En fin, creo que se entiende por dónde van los tiros...

Por eso, si quieres hoy saber qué es sagrado, pregunta a las buenas personas con experiencia de la vida (tus mayores, o tu propia experiencia si ya has vivido mucho), y te dirán que… la vida, la salud, la comida, la mente de los niños, la naturaleza, la educación, tu cuerpo, las esperanzas, la verdad… son sagradas.

Y si quieres saber qué es tabú, pregúntales también, y fíjate en el profundo rechazo (casi temor, y dolor) en sus ojos al nombrar eso que parece inocente pero que causa muchísimo daño: las peleas entre hermanos, el egoísmo, la avaricia, el materialismo, las drogas, la falta de respeto a la familia, las burlas a quien merece respeto, la crueldad, la contaminación de lo hermoso…

Y si no quieres preguntar, basta con que escuches a tus entrañas:

Normalmente, cuando estamos en paz, la contemplación o reflexión en torno a aquello sagrado produce un estado de asombro y plenitud (como al ver un paisaje, o el cielo nocturno, o la mirada de quien nos ama, o a nuestros hijos durmiendo...). La emoción es tan intensa, que a veces no queda sino compartirla. Mocedades le dedicó una canción a este tipo de cosas, y miles de poetas les han dedicado millones de versos... Mi admirado Silvio, cantante y poeta, dedicó una de sus mejores canciones a lo sagrado y lo profanado, llamada, cómo si no... Testamento.

Y siguiendo con nuestras entrañas, normalmente se nos revuelven con fuerza, y sentimos legítimos deseos de usar esa fuerza (aunque luego la transformemos en fuerza constructiva para no destruir), cuando sabemos que alguien ha profanado con tosquedad bruta algo de eso sagrado (un malnacido abusando de la inocencia de un niño, un líder de una ONG buscando su lucro personal, un grupo farmacéutico falseando un estudio para engañar a la población, un presidente de Estados Unidos despreciando el valor de las esperanzas de mucha gente sólo por sus papeles o color, o una empresa destruyendo ecosistemas sólo para dar "un pelotazo", o un móvil que suena durante el concierto en directo del Mesías de Handel...)

Y si quieres dedicar un rato a ver qué cree "la gente" que es sagrado o tabú, puedes disfrutar de la película Human, del cineasta y artista Yann Arthus-Bertrand, que pasó tres años recogiendo historias de la vida real de 2000 hombres y mujeres de 60 países. Dejo enlace aquí. Muy recomendable.



Por eso hoy, con respeto, quiero hacer alusión a dos largas recopilaciones por escrito que muchos otros que vivieron antes que nosotros quisieron dejar a las generaciones posteriores (y por tanto, también a nosotros). Como legados valiosos (más que los bienes materiales, pues se trataba de lecciones de la vida) decidieron en algún momento llamarlos testamentos. Ambos escritos son fáciles de encontrar, pues se han traducido a casi todos los idiomas, y llevan siglos distribuyéndose (al principio, copiados a mano), además de que se leen en público a diario en casi todo el mundo.

Uno de esos testamentos, más antiguo, se centró en tratar de evitar que retrocediésemos en el camino de construir una sociedad de paz, y se dedicó a señalar aquello que debíamos evitar para no dañar la salud del grupo, o propia. Se parece mucho a lo que la experiencia de convivencia en la unidad de rehabilitación nos llevó a plasmar en normas.Te dejo enlace.

El otro, más reciente o nuevo, recogió todo lo anterior y lo amplió con una serie de invitaciones a avanzar , que coinciden mucho con lo que la propia experiencia como psiquiatra me ha ido mostrando, y por ello he ido desgranando en diversas entradas. Pongo ejemplos:

1. El libro del que hablo  nos mandó amar (como esta entrada)

2. El libro del que hablo nos mandó cuidarnos y no dañar, pero nos invitó a ir más allá cuidando a otros y creciendo (como esta entrada)

3. El libro del que hablo puso en marcha un plan para arreglar el mundo empezando por los más próximos (como esta entrada)

4. El libro del que hablo nos previno contra la tibieza y la medianía cobarde, o contra la insensibilidad (como esta entrada o esta otra)

5. El libro del que hablo enseñó como coordinarse de manera sencilla en comunidades de personas diversas (como esta entrada)

6. El libro del que hablo nos enseñó a tratar bien a los niños, y a ser sus Reyes magos (como esta entrada)

7. El libro del que hablo nos enseñó a cuidarnos evitando los errores que pueden dañar nuestra cabeza o salud mental (como esta entrada)

8. El libro del que hablo nos enseñó a ser idealistas con los pies en la tierra (como esta entrada)

9. El libro del que hablo nos enseñó a no poner el corazón en objetos que solo son reflejos de lo verdaderamente amable, y a no temer a las sombras, sino a lo verdaderamente temible (como esta entrada)

10. El libro del que hablo nos enseñó que a veces tenemos que enfadarnos e indignarnos (como esta entrada)

11. El libro del que hablo nos invitó a aprender de la gente sencilla que vive y experimenta (como esta entrada)

12. El protagonista del libro del que hablo sabía que pasaría por loco, pero no le importaba, pues en el mundo del egoísmo y la pseudológica, el amor, el idealismo y la sencillez desentonan... (como vemos en esta entrada)

13. El libro del que hablo nos invitó a no agobiarnos por el futuro ni a quedarnos anclados enterrando los muertos de nuestro pasado (como esta entrada) centrándonos en el presente (como en esta entrada), pero recordando que hay ciclos más pequeños y más grandes que nosotros (como en esta entrada)

14. El libro del que hablo nos invitó a no ser esclavos del dinero (como esta entrada, o esta otra)

15. El libro del que hablo señalaba caminos de libertad genuina (como esta entrada o esta otra)

16. El libro del que hablo hablaba duro a los que se autoerigían en jueces de lo bueno y lo malo en los demás, con hipocresía, algunos de los cuales crecerían en su propio "equipo" (como esta colección de entradas)

17. El libro del que hablo nos enseñó el valor del perdón (como esta entrada)

18. El libro del que hablo nos enseñó el valor de la verdad (como esta entrada) pero también que los hechos importan más que las palabras (como en esta entrada)

19. El libro del que hablo nos señalaba caminos para ser verdaderamente felices (como esta entrada en verso) sin buscar lo que sólo aparenta ser valioso (como en esta entrada)

20. El libro del que hablo vino a traer guerra sin espadas (como esta otra entrada en verso)

21. El libro del que hablo nos previno del error de temer a quienes no comprendemos (para lo que escribí esta colección de entradas) o de guardar una distancia excesiva y rígida por miedo (como en esta entrada)

22. El libro del que hablo señalaba caminos para acrecentar nuestro verdadero valor (como esta entrada) y a reconocerlo en los aparentemente "minusválidos" (como en esta entrada), evitando idolatrías y narcisismos... (como esta entrada o esta otra)

23. El libro del que hablo nos enseñó a afrontar los problemas con heroísmo, y a ser posible, en equipo. Y de hecho su protagonista actuó con heroísmo pacífico, y creó equipo (como verás en esta entrada)

24. El libro del que hablo nos enseñó a educar y cuidar, sobre todo a los niños y ancianos, como jardineros que siembran y  cultivan (como esta entrada o esta otra)



En fin, podría seguir, pero lo importante es que en los tiempos que corren quizá ya no son tan necesarios dichos libros: ya hay un clamor mundial en palabras, arte, cine, canciones y movimientos sociales que pide justicia, libertad, amor, fraternidad, sobriedad y cuidados a los más débiles... e intuyo que no tardaremos mucho en coordinarnos y actuar de modo efectivo y pacífico. Pero es justo valorar, bajo los árboles, las semillas que los hicieron crecer, aunque se hayan quedado secas, arrugadas y pequeñas. Han hecho su papel.

Y hoy quería recordarlos con cariño.


















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