domingo, 17 de mayo de 2015

Egolatría





Hoy quiero hablar de uno de los males que más asolan a los habitantes de estos tiempos, y que más contribuyen a llenar las consultas de los psiquiatras: la adoración al propio ego.

Si en otros tiempos los humanos adoraron a ídolos, a becerros, a los bienes materiales, al sexo, al poder... hoy, sin perder esas "latrías", los postmodernos han encontrado algo aún más adorable: su Yo.


Porque yo lo valgo. Yo mimé conmigo. Yo voy a mi psicoanalista. Nadie me entiende. Me tengo que cuidar yo solito. Voy a reclamar MIS derechos. A solas soy alguien y en la calle nadie. El infierno son los otros. Voy a comprarme un yoyo. Voy a hacerme un selfie con mi I phone...

Y así, los listos comerciantes del dolor ajeno, se frotan las manos al ver cómo su divide y vencerás va creando más y más soledad en multitud de personas, que, desprovistas del afecto normal y de la validez natural que da la vida en compañía del grupo, buscan el autoafecto de filias y compulsiones varias (fugaces e insatisfactorias, y normalmente a cambio de dinero, como decía en una entrada anterior), y la autovalidez (frustrante) de tratar de parecerse a modelos artificiales...

Y claro, luego vienen las ansiedades (se teme perder lo que se siente frágil, con razón), la depresión (se añora lo que en el pasado sí saciaba), la paranoia (los semejantes pasan a ser ajenos que amenazan nuestro espacio de confort), las obsesiones (se repite una y otra vez la búsqueda infructuosa de la paz, a pesar de que la realidad nos recuerde que ese no es el camino...), los trastornos de personalidad (la avidez de afecto y validez transformada en actos extremos), y los tóxicos (ya escribí al respecto).

Y de nuevo, otros empresarios, se frotan las manos viendo subir las ventas de psicofármacos, drogas ilegales, alcohol y demás ansiolíticos solitarios...

Qué pena. Con lo sencilla que es la solución. Mira a los animales mansos, cómo alivian sus temores: en grupo, en manada, en bandada, en banco, en rebaño, en clan... en Compañía.

Así pues, si en otra entrada invitaba a no adorar a los superdotados, permitidme que hoy añada otra sugerencia: no te adores a ti mismo.





Y todo esto, a cuento de que el otro día estuve en un espectáculo/conferencia en el que el ponente principal, una persona por quien siento gran respeto, se calificaba a sí mismo de ególatra. Lo cierto es que lo hacía con la sencillez con la que suele dirigirse a los espectadores cada semana, y su propia actitud desmentía la gravedad de sus palabras. Pero creo que, en estos tiempos de confusión terminológica, puede que incluso él mismo se creyese de verdad que lo es. Y lo cierto es que no lo es.

La egolatría es una actitud que personalmente me resulta repulsiva, así que la detecto con cierta facilidad, y en este caso, en alguien a quien como digo veo semanalmente, no la detecto. Veo, eso sí, que habla a menudo de sí mismo, pero lo hace porque siente una muy intensa repulsión hacia la mera posibilidad de que alguno de sus espectadores crea que miente, o se ría con risa indigna de la dignidad de las cosas de las que habla. Y para conjurar esa posibilidad, hace lo que en otros muchos casos han hecho las personas sinceras: poner su propia vida, concreta, real, palpitante y coherente desde la infancia, como testigo vivo de lo que se afirma, ya que uno puede mentir con las frases breves y rotundas, pero no con las narraciones largas, cotidianas y concretas de su propia vida, si forman un todo auténtico. Así pues, querido I. con nombre de Visitante, o de Portador de Buenas Noticias, si alguna vez lees esto, queda tranquilo. No te adoras a tí mismo. Adoras lo adorable (la verdad, la bondad, la belleza, tu familia y tus amigos) y sólo pareces narcisista a quienes no aprecian el talento, y obsesivo a quienes no entienden la meticulosidad con la que hay que encajar esa música de Pink Floyd en ese momento concreto... Eres, sencillamente, un enamorado de lo que haces, libre, y feliz, y compartes lo que llevas años buscando y encontrando...

ALMA en este mundo...




2 comentarios:

  1. Soy una convencida de que no existe un ego sin un otro que le reconozca, y al menos en unos instantes, le ame. El Yo sin un Tú, queda atrapado en una semilla seca, en la nostalgia de lo que pudo ser y no fue, en el vacío enloquecedor, en la muerte.
    El ególatra cambió la lluvia generosa, por un sistema infértil de autoriego, y así le va...
    Seguiremos regando, y dejándonos regar, seguiremos amando, seguiremos viviendo.

    // \\

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  2. Gracias, Laura. Eso me recuerda a un poema que leí hace más de veinte años...

    Debería empezar comentando
    que somos de arena,
    que el noema del otro se pierde
    disuelto en el mar;
    que un abismo de noche separa dos cuerpos celestes
    y el mío se apaga...
    Pero siento que el cóncavo espejo
    se ha vuelto a quebrar.

    Y al principio la luz se derrama
    con miedo al vacío,
    y atraviesa en mi piel la frontera
    que yo le dicté;
    y comienza a brillar en el aire
    temblando de frío,
    dibujando el futuro en dos naipes
    mutilados, que apoyan su espalda
    y aguantan de pie... //\\

    ;)

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