miércoles, 13 de mayo de 2015

Gracias






Caramba, cómo pasa el tiempo. Llevo ya cuatro meses de blog, casi noventa entradas, y aún no he dado las gracias (es decir, por escrito, ya que en persona es una palabra que digo y escucho muchas veces...)

Así pues, y sin que parezca una despedida (que no lo es, ya que tengo unos noventa borradores en proceso) aquí va una lista no exhaustiva de todos aquellos que me dieron gratis, a cambio de unas sencillas gratias, muchas de las cosas que he vivido y aprendido.

GRACIAS

A mi padre, que fue capaz de sonreír desde una cama, y de transformar las mioclonias en un rock and roll...
A mi madre, que cuidaba, pero no hablaba de enfermedad, sino de poesía, de belleza, de educación, y de vida.
A mis hermanos, amigos y familia, por acompañarme, reforzando lo sano, corrigiendo lo torcido, y dándome su afecto.


A mi equipo, que con buen humor nos ayudamos a encontrar el sentido común, lo tenga quien lo tenga en cada momento. A Ana, que nos enseña a tener esperanza en el potencial de madurez de los pacientes. A María,  que nos enseña a confiar en el efecto sanador de la responsabilidad entregada a las personas. A Mar, que abriga con sabiduría las necesidades sociales de nuestros residentes. Al equipo de enfermería y auxiliares, de nombres cambiantes pero con un mismo espíritu: cuidar. Y a mí, que en el equipo enseño a confiar en la recuperación a través de los tratamientos, especialmente si hay signos bipolares sin estabilizador previo, o psicosis refractaria sin clozapina previa.

A muchos pacientes, que me enseñaron la manera menos dolorosa de ayudarles. Que me enseñaron la lógica interna de la enfermedad mental. Que me muestran cuánto se puede cambiar, y cuánto talento aparece cuando se retira el velo de daño y de prejuicios. Y que me dan ejemplo de tenacidad, resistencia, fuerza y... paciencia.

A muchos familiares, ejemplo vivo de amor extraordinario. Que insisten con la tenacidad del que ama mucho. A Rafaela, a Purificación, a Pilar, al padre de Álvaro, a la madre de Celia, de Rafael, de David, de Óscar... no cabéis todos aquí, pero sí en mi memoria.


A Chesterton, por enseñarme que las paradojas no son recursos estéticos. Son reflejo real de lo paradójica que es nuestra aproximación a la realidad.

A José Antonio Marina, que me enseñó un modo de crear pensamiento poco a poco, y la grandeza de la inteligencia creadora.

A Desmond Morris y Myhalyi Csiksenmihalhy, que me recordaron la semilla del ser humano en el alma de un mono desnudo.

A muchos psiquiatras maestros: Pilar Nieto, sabia, Enrique González duro, anti-tontipsiquiatria, a Eduardo Barbudo, toda una cura de humildad para psiquiatras que se crean inteligentes, a los MIR que rotan por la planta, maestros del arte de aprender sin prejuicios, y a todos los psiquiatras que con su buen hacer me dan ejemplo.

Y a ese colosalmente viejo vagabundo que diría Silvio, a quien tan difícilmente vemos a través de las lentes, pero tan fácil de ver en cada corazón justo, en la historia, y en el Universo. Y a quien encomendamos a las personas cuando nos despedimos de ellas diciendo ...

A DIOS

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