miércoles, 4 de febrero de 2015

Industria farmacéutica en psiquiatría

Por su interés y plena vigencia, reproduzco aquí algunos fragmentos de un artículo muy completo al respecto, escrito por Alberto Ortiz e Iván de la Mata, y publicado en la revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría.

Puedes leer el artículo completo en...
http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352003000200005&lng=en&nrm=iso&tlng=en

En este nuevo contexto determinado por las políticas neoliberales donde el mercado se constituye como el principal regulador de las relaciones sociales, el individualismo aparece como el valor hegemónico. El malestar cultural y social proyectado en el individuo también se mercantiliza. La rutina es sustituida por la inestabilidad y el riesgo como campo semántico que caracteriza la cultura y las relaciones sociales, a la vez que se ensalza el éxito individual. La frustración que genera esta contradicción provoca diversas formas de sufrimiento, que la industria puede contribuir a medicalizar de diferentes maneras, para abrir nuevos mercados a los ya existentes (6,7).
En unas décadas la industria farmacéutica pasa a ser una de las actividades más lucrativas, con crecimientos medios de beneficios (en términos de retorno de inversión) superiores al 15% durante la pasada década, que contrastan con el 5% de media del resto de las industrias que aparecen en el listado anual de 500 industrias que elabora la revista Fortune (8). Las ventas de las compañías farmacéuticas norteamericanas en todo el mundo crecieron de los 22.000 millones de dólares en 1980 a los 181.800 millones de dólares en el año 2001 (9); las ventas totales en el año 2001 (9) fueron de 364.200 millones de dólares (el 88 % en EEUU, Europa y Japón)1 y los psicofármacos en particular se sitúan entre los más rentables (tablas I y II).





Nota mía: 

Tienen potencia económica: algunas empresas farmacéuticas se cuentan entre las empresas más poderosas del mundo. Pfizer, por ejemplo, ofreció una cantidad de euros equivalente al rescate de España para adquirir a uno de sus principales competidores. (Pfizer ofreció hace pocos meses 118000 millones de dólares. El rescate de España se estimaba en torno a esa cifra. http://www.milenio.com/negocios/Astra-Zeneca-rechaza-oferta-compra-Pfizer_0_301769873.html) Y cuando quieren, también saben jugar sucio. (Condenados por promocionar fármacos sin indicación, por sobornar a médicos, por ocultar efectos secundarios, por no señalar el patrocinio de algunas investigaciones... Los laboratorios tienen su "lado tóxico". http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/09/30/investigacion/1254292871.html) 
Recientemente se escuchan voces que apuntan a una relación en la que el beneficio de dichos laboratorios o profesionales se hace a costa de un mucho menor beneficio de la salud, ofreciendo tratamientos para problemas poco relevantes y tratando de medicalizar la vida cotidiana. http://www.saludyfarmacos.org/lang/es/boletin-farmacos/boletines/nov2013/p42442/ http://www.nogracias.eu/

Tradicionalmente, los ensayos clínicos eran proyectados, llevados a la práctica e interpretados por investigadores académicos independientes, pero las empresas han ido sustituyéndolos por las llamadas ‘organizaciones de investigación bajo contrato' (CRO por sus siglas en inglés), que son grupos de investigadores privados, sin lazos con las universidades y los organismos públicos de investigación que al final son los que controlan el proceso(10).
La investigación está orientada desde el principio por tanto a pasar los controles de las agencias reguladoras como la FDA y a buscar un espacio en un mercado cada vez más competitivo. Esto tergiversa por completo los ensayos clínicos, que son diseñados desde el principio para favorecer a sus productos. Se pueden poner muchísimos ejemplos de sesgos en la investigación de los psicofármacos (18,19),desde cómo se seleccionan los pacientes, los criterios clínicos, los tamaños muestrales, las escalas utilizadas, la duración de los estudios, el registro de efectos secundarios... Un ejemplo ilustrativo lo tenemos en los ensayos clínicos de los nuevos antipsicóticos (19), en los que es frecuente que se utilicen dosis altas y fijas de haloperidol (entre 10 y 20 mg/día) en el grupo control frente a dosis variables y relativamente bajas de los nuevos antipsicóticos (luego en el postmarketing ya se encargaron de decirnos que se necesitaban dosis más altas). Esto sobredimensiona tanto la eficacia como la seguridad y tolerancia de estos fármacos. Otro ejemplo de cómo los ensayos se diseñan interesadamente lo tenemos con los llamados fármacos "me too" (yo también).

Nota mía: 
Tampoco compararon el xeplion con los otros neurolépticos depot...
También lastraron la clozapina (el mejor neuroléptico, con diferencia): Por "prevenir" un efecto que supone gravedad en menos de uno de cada millon de casos (la agranulocitosis grave, presente también con el nolotil, o la zyprexa), se disuadió (mediante un farragoso protocolo de analíticas que hay que cumplimentar semanalmente al principio y mensualmente después en una carpeta especial) a muchos psiquiatras de indicarla, siendo como es el fármaco que con diferencia mejor permite recuperar la salud mental en la psicosis grave, y el único con sólido efecto preventivo de la causa de muerte de uno de cada veinte pacientes con psicosis crónicas: el suicidio.

Mientras no reaccionemos, nada va a cambiar.

El control que ejerce la industria farmacéutica sobre la investigación, la información científica, la formación de los psiquiatras y su incentivación para que prescribamos sus productos nos deja en muy mal lugar. El propósito de las compañías es que tengamos una mentalidad biomédica en el acercamiento al paciente, lo diagnostiquemos (según criterios DSM pero con manga ancha para que se incluyan no pacientes que igualmente se pueden beneficiar de los productos farmacéuticos) y le prescribamos el último prodigio de la psicofarmacología que es de lo más específico para el trastorno en cuestión. Es de suponer que uno no estudia la carrera de medicina, aprueba el MIR y hace la residencia para acabar contando criterios diagnósticos y hacer una receta a continuación, pero una buena parte de los psiquiatras no hace mucho más. Últimamente se habla del queme o burnout de los psiquiatras, pero con esta ampliación de los márgenes de la enfermedad mental parece que hay que tratarlo todo y en un paradigma biologicista que es poco eficaz y reduccionista.
En mayor o menor medida esto es parte del presente de los psiquiatras y será el futuro de seguir las cosas así. Es muy difícil escapar del pensamiento único omnipresente en cursos, seminarios, revistas, investigaciones y viajes de placer, especialmente para las nuevas generaciones que se incorporan a la profesión con estas estrategias de mercado ya consolidadas.

Nota mía: Los profesionales farma-sanitarios han hecho históricamente mucho por la salud de la población, y ello les ha permitido relacionarse con la sociedad de un modo beneficioso para ambos. En quince años de ejercicio como psiquiatra, he tenido ocasión de tratar a muchas personas de manera prolongada en el tiempo, y comprobar procesos de recuperación formidables. Hay un espacio para una psicofarmacología realmente terapéutica, pero es un espacio que está entre la hiperfarmacologización, y el "antimedicacionismo". Enlazo a un breve resúmen de diagnósticos y tratamientos que, al menos a mis pacientes, les sirve. http://psiquiatriapocoapoco.blogspot.com.es/2015/02/psiquiatria-en-dos-minutos.html


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