Una de las partes más clarificadoras
de un proceso de psicoterapia ocurre cuando, tras mirar una emoción intensa,
nos preguntamos de qué necesidad nos habla.
Y a veces, a esa pregunta contestamos con una de dos grandes
necesidades: la de afecto o la de reconocimiento. Pero resulta que cuando Maslow
definió en su pirámide de necesidades las
cinco principales, puso en la base las necesidades básicas, sobre ella la
seguridad, sobre ella el afecto, y sobre éste el reconocimiento. Pero en la
cima... en la cima puso el sentido. Esa quinta y muy importante necesidad es sobre la que
vamos a reflexionar hoy.
El psiquiatra Víctor Frankl, en el título de su obra
más famosa, El hombre en busca de sentido, escrita desde la experiencia
del infierno en un campo de concentración, nos recordó que los seres humanos
estamos en permanente búsqueda de realidades que llenen de sentido nuestra
existencia.
Así pues, hoy vamos a buscarlo de manera más
consciente en nuestras propias vidas, en nuestra relación, en nuestra comunidad,
y en el conjunto de seres humanos.
Valiente tarea, buscar el sentido… ¿Seremos capaces? Vamos juntos a ello. Y, poco a
poco, ya lo iremos viendo.
Empecemos por definir.
Si entendemos la necesidad de afecto como la sed de
recibir amor, y la necesidad de reconocimiento como la sed de recibir
valoración, podríamos entender el sentido como la sed de dar amor.
Si imaginamos el afecto como una caricia en el alma y
el reconocimiento como un aplauso, el sentido lo podríamos imaginar como una
flecha que sale de nosotros hacia fuera.
Y si queremos encontrar una palabra que nombre el buen
camino que va entre lo que soy y lo que mi alma quiere a esa palabra le
llamaríamos libertad.
Así que podríamos definir el sentido como
dirigirnos hacia lo que amamos en libertad. Luego veremos ejemplos.
Vale, ya hemos definido el sentido, pero… ¿realmente existe? y de ser así, ¿son todos iguales?
La pregunta sobre el sentido se la han hecho muchos
filósofos, y fue particularmente formulada en los años posteriores a la Segunda
Guerra Mundial, cuando la humanidad entera vivía el duelo de haber visto el
horror a pesar de sus avances modernos. Uno de esos pensadores existencialistas,
Albert Camus, nos dejó ya un primer avance de respuesta. Él no veía el sentido
en la existencia humana, testigo como era de tanto sinsentido a su alrededor. Pero
en su corazón tenía guardadas las imágenes de una infancia amable. Y por eso
llegó a contestarse con la pregunta "conservando tanto sol en la memoria, ¿cómo
podría apostar por la falta de sentido?". De alguna manera nos decía que
el sentido se aprecia, se detecta, se… siente con el corazón, más allá de la fría lógica, y que para ello el corazón tiene que haber experimentado
amor.
Así pues, a las preguntas sobre la existencia del
sentido podríamos contestar (todos aquellos que alguna vez hayamos amado o sido
amados) que sí, que hay sentidos.
Pero no todos los sentidos son iguales.
Si miramos a nuestro alrededor veremos personas que
aman con su vida algo dañino y decimos que están llevando un mal camino (sentido). O podemos ver personas que ni siquiera han tratado de
poner sentido a sus actos y decimos que actúan en un sin sentido. O
podemos ver personas que aman en exceso algo que no vale la pena y podremos
decir que llevan poco sentido o pobre sentido.
Y también hay sentidos grandes:
principalmente lo encontramos cuando lo que tenemos ante los ojos es como tiene
que ser y que nos
acerca a lo trascendente (la naturaleza, unos niños jugando con espontaneidad, una injusticia que
se resuelve, una mirada que nos da amor o reconocimiento, un hallazgo que nos
hace entender un poco más la coherencia interna de las cosas, un sonido
armonioso, la belleza en
el arte…). E incluso tenemos a veces el sentido común...
Pero hay un Sentido que es mejor que todos los
demás.
Si lo queremos buscar en la realidad, y miramos lo que
la vida va enseñando, sobre todo a quienes ya están cerca de terminar su paso
por este mundo, diríamos que es el Amor . Y si no
nos lo terminamos de creer y le preguntamos a Chat GPT cuál es el sentido de la
vida nos va a decir lo mismo... (ya lo han comprobado, y así es).
Si lo queremos buscar en carne y hueso… podemos verlo
en aquellos que aman bien o son bien amados, pero hay una persona en la
historia que encarna de modo pleno el sentido de Amar. Quizá el lector haya
oído hablar de Él, pero en todo caso el mundo también le reconoce (marcamos la
historia con la fecha de su humilde nacimiento) y poco a poco se va acercando,
con tropiezos y lentamente, pero con firmeza, a Ese cuyo Corazón (y no la
cabeza, o los ojos, o los músculos) tienen muchos, con todo el fundamento, como
Sagrado.
Y si queremos buscar en nuestro interior… el sentido es aquello que de verdad
queremos cuando nuestro corazón está en calma y siente con fuerza. Un
hombre llamado Agustín, que pudo hacerse estas preguntas hace más de quince
siglos después de haber estado en búsqueda vital bien variopinta, lo resumía en
su frase ama y haz lo que quieras, y nuestras propias vidas nos recuerdan
el sentido de cuando nos hacen volver a ese primer sueño (cada cual
tendremos los nuestros) en el que queremos seguir un camino porque quisimos en libertad, y por tanto, queremos.
Así que, como cada vez estamos más familiarizados con
las emociones, vamos a dejar de momento un poco de lado las reflexiones
teóricas y a fijarnos sobre todo en las experiencias de sentido que encontramos
gracias a estas emociones. Vamos a revisar escenas en las que la emoción no nos
hablaba de nuestro afecto ni de nuestro reconocimiento, sino del sentido.
Por ejemplo: esta mañana he sentido una gran satisfacción
al ver a mi perro correr con alegría detrás de la pelota. Es una maravilla verle desarrollar
capacidades para las que tiene dones naturales.
Por ejemplo: ayer me sentí enfadado cuando pasé con el
coche por una zona de obras junto a nuestra casa que han planificado
torpemente, haciendo que tengamos que dar un gran rodeo. Me enfada que alguien
me haga gastar tiempo inútilmente...
Por ejemplo: ayer me sentí triste cuando vi abandonado
a medio hacer un proyecto que empecé hace unos meses junto con unos amigos. Se queda sin cumplir algo que me
ilusionaba y tenía mucho sentido
Por ejemplo: ayer me sentí preocupado cuando pensé en
los trámites que tendría que hacer con una compañía de teléfonos, porque me
iban a ocupar mucho tiempo. Tener que perder tanto tiempo en burocracias es un sinsentido, y temo que
ocurrirá.
Por ejemplo: estoy ilusionado al escribir esta entrada, porque creo
que servirá a quienes la lean. Más allá del reconocimiento o afecto que pueda
recibir, me llena el corazón el gran sentido que tiene.
Y tú mismo, lector, puedes preguntarte: ¿Recuerdas
alguna escena que te haya producido satisfacción, tristeza, enfado,
preocupación o ilusión y que puedas relacionar con el sentido? Intenta pensar
en una con cada emoción.
De acuerdo, ya hemos visto que las emociones nos
hablan también del sentido. Y ahora ¿qué?
Pues, como hacíamos con las otras necesidades (afecto
y reconocimiento) ahora tenemos que recordar que a las emociones se les debe
escuchar, pero a lo que hay que obedecer es a la libertad. Si una emoción nos
recuerda que tenemos sed de una necesidad, no debemos vivir de esperas, o
responsabilizar a otros. Tenemos que hacernos cargo de cubrir esa necesidad. Y
eso, en el caso del sentido, significa que, si vemos poco sentido, o malos
sentidos… está en nuestra mano mirar mejor, en primer lugar, para ponerlo, si
no lo había, buscarlo cuando no se ve a simple vista. Como en la conocida
fábula de Peguy, en la que al preguntar a tres picapedreros qué hacían, uno se
conformaba con “simplemente pico piedra”, otro ya añadía “gano un jornal para
mi familia” y el tercero, más clarividente, respondía “construyo una catedral…”.
Y así podremos hacernos a veces las preguntas: ¿Cuál es la emoción más
intensa que me habla del actual sentido de mi camino vital? ¿Qué puedo hacer
mejor para que ese camino crezca en sentido?
De acuerdo. Vamos a ir buscando o construyendo sentido
en nuestras vidas, según vemos que nos dice el corazón. Pero… resulta que en
esa búsqueda o construcción de sentido hay que estar atentos, porque en
realidad no sólo queremos tener sentido: queremos tener buen sentido, y
eso requiere evitar algunas trampas…
La primera es quedarnos en las palabras buenas,
desprovistas de vida. Sí, muchos de los mejores sentidos se puede expresar
en palabras. Pero no SON las palabras. En estos tiempos de tanto llenarse la
boca con palabras elevadas, viene bien recordar esas palabras de un inspirado ciudadano de Tarso hace dos mil años, que enumeraba el valor de los dones de
palabras, pero que advertía que “si falta el Amor, no sirven de nada”, o ese
lúcido retrato que hacía Chesterton de “(…) una clase de hombres que en
realidad prefieren los libros a todo aquello con lo que los libros están
relacionados: lugares hermosos, hechos heroicos, experimentos, aventuras,
religión. Leen acerca de estatuas de dioses sin avergonzarse de su propia desaliñada
e indolente fealdad; estudian los testimonios de actos magnánimos y públicos
sin avergonzarse de sus vidas ensimismadas y ocultas. Se han convertido en
ciudadanos de un mundo irreal y, como los indios en su paraíso, persiguen con
jaurías de sombras un ciervo de sombras".
La segunda es saturarlo de aperitivos de sentido
(los juegos, las tareas de “hacer por hacer”, los objetivos vitales pueriles,
las historias vistas desde un sillón…). Ojo, los aperitivos no son malos en sí mismos,
e incluso a veces pueden ser oportunos como anticipos provisionales de sentido,
o como recordatorios cuando ya estamos siguiendo un buen sentido pero
atravesamos un momento de escasa percepción de su sabor… Lo que sí es dañino es
la saturación de aperitivos, porque quita el hambre del mejor y más nutritivo alimento,
del Sentido verdadero.
La tercera es confundir esperanza con expectativa y cuando falla ésta (y viene la desilusión) caer en la creencia fácil de
que nada tiene sentido. Es un error que cuando aquello que hemos visto deja de
ser visible nos lancemos a creer que ya no está. Así que, si no lo vemos,
podemos empezar por apoyarnos en el fundamento de que alguna vez lo vimos, y
luego buscar paz y fuerzas para volver a mirar, y así reencontrarlo. Ojos que
no ven, corazón que no siente, y por tanto ojos que ven (o que han visto), corazón que siente.
La cuarta es creer que ya se ha encontrado del
todo con algo que tiene sentido parcial, como el inicio de un proyecto
ilusionante, o las fuentes especialmente ricas de necesidades básicas, de
seguridad, de afecto o de reconocimiento (como el sexo o el dinero). Para entenderlo, podemos comparar el
sentido también con un camino. Pararse a descansar o a comer también forma
parte del camino. Pero no puede ser todo el camino (un peregrino del
Camino de Santiago también está haciendo camino cuando está sentado en una
cafetería tomando un pincho de tortilla, pero digamos que si eso es lo único
que hace… no sería peregrino). De la misma manera, cuidar la seguridad o
recibir afecto o recibir reconocimiento nos llena (parcialmente) de sentido.
Pero no puede ser todo el sentido de nuestras vidas. Un camino, sin
un caminar, ya no es camino.
La quinta es llenar la sed de sentido con sentidos
impulsivos inmediatos y fugaces. Volviendo a la analogía del sentido como
una flecha podríamos decir que hay dos fuerzas que empujan en la misma
dirección aunque tienen sentidos opuestos. Una, más potente inicialmente (podríamos
llamarle la fuerza de las liebres…) es el sentido del porque no:
aquellas ocasiones en las que percibimos intensamente el impulso para movernos
alejándonos de algo que no queremos. Como cuando uno busca comida porque no
quiere pasar hambre o cuando uno busca compañía porque no quiere estar solo. Y
la segunda fuerza, menos potente al principio, pero mucho más fuerte y duradera
(podríamos llamarla la fuerza de las tortugas…) es la del porque sí: cuando
la fuerza que nos impulsa es nuestra voluntad queriendo acercarnos a algo que
amamos. Pero hay también sentidos del porque sí impulsivos y fugaces, como
cuando nos hemos sentido excitados por una ilusión, quedándonos con la
corazonada de sentido de la primera mirada llena de emoción, en lugar de
templarlo primero. Recordemos las lecciones de nuestros mayores: las tortugas acaban adelantando a las liebres. O la semilla que crece demasiado superficial, pronto
agosta sus brotes…
La sexta es confundir medios con fines, y
tratar siempre esos medios con una importancia que sólo merecen cuando los
consideramos verdaderamente como medios para fines importantes. El tiempo, que ayuda a dar perspectiva, nos puede ayudar a discernir cuándo algo
que ha tenido sentido como medio en un momento dado, ya va dejando de tenerlo.
Y la última es confundir libertad con rebeldía o
independencia. Ciertamente la libertad es rebelde frente a los malos
señores, pero no toda rebeldía es verdadera libertad. La independencia es, como
ya vimos, un primer paso necesario para ser libre. Pero no es suficiente para
tener verdadera Libertad. Utilizando la famosa película de Cadena perpetua, el
protagonista no es libre solo porque sale de la cárcel. Es libre porque, una
vez fuera, puede ir al lugar que quería, Zihuatanejo. La frase haz lo que
quieras solo será camino de sentido si va precedida del verbo ama.
En fin. Termino con una reflexión que nos puede dar esperanza, pero que no debe hacernos
caer en el conformismo. Ya estamos en el buen camino de sentido, como personas,
y como Humanidad. Mucho antes de esta entrada, ya otros
corazones, y el nuestro propio, nos ha ido guiando. Y muchas veces nos guía bien. Pero a veces hace falta mirar con perspectiva para poder ver que esas
lámparas humildes, que parecen impotentes para llenar el mundo de luz y calor,
en realidad lo están multiplicando humildemente desde hace miles de años, y que
la tarea de cada cual es cuidar las lámparas cercanas, con esperanza.
Y como en todo se puede mejorar, si queremos, podemos
utilizar más a menudo los recordatorios de sentido (para quienes lo conozcan y
lo entiendan, la recitación del Padrenuestro es insuperable, pero también cada
uno su sueño de amor, o los encuentros con la naturaleza, o el ejemplo de
quienes han llenado su vida de sentido, como mi buen amigo Miguel, cuya semblanza podéis ver en este homenaje que le dedicó un alumno a partir del minuto 18 y sobre todo 26' 30" del vídeo).
Y podemos cuidar la mejor brújula que tenemos para
detectar Sentido, nuestro corazón capaz de sentir y querer, nuestro espíritu,
como cuidaríamos el cuerpo de un peregrino: con los alimentos y alivios
necesarios, y en movimiento. Aligerándolo de ataduras caprichosas con
sobriedad, y de cargas innecesarias con el perdón.
Y cuando el corazón nos invite a crecer en sentido en
nuestra vida, en nuestra vocación personal, o en nuestra vida como habitantes de
este mundo a veces tan falto y sediento de sentido…, seguir sus
inspiraciones, pero sin precipitaciones ni atajos.
Cada día el pan de cada día. Así seremos libres del
mal.
Así reinará el Mejor Sentido…