lunes, 2 de marzo de 2015

Entendiendo las alucinaciones


En la entrada sobre la comprensión de los delirios ponía este ejemplo. Suponte que te siento en una mesa, te anestesio el brazo derecho, te tapo los ojos y te coloco, con cuidado, tu mano derecha sobre la mano izquierda. ¿Qué sentirás? Piénsalo...

Eso es. Sentirás que alguien (no tú) te está tocando. Pues bien. En el proceso del pensar, resulta que además de lo puramente consciente y dirigido (verbal y no verbal) hay también un continuo run run de imágenes y palabras que "manejamos" de modo algo caótico pero organizado, creando una especie de nube de juicios, impresiones rápidas, cálculos rápidos, ensayos de contestaciones, etc... Eso es lo normal. Ese es el latir de nuestro cerebro. ¿Sabes lo que ocurre cuando la parte del cerebro que "recibe" lo pensado no está bien coordinada con la parte que "emite" lo pensado (como si ésta estuviese anestesiada)? Pues que los pensamientos "se sienten" como "de otro", y los "discursos internos no conscientes" se sienten como "voces ajenas".


Si lo pensamos así, resulta que "las voces" sí tienen un cierto sentido. 


En alguien muy triste, su "latir de pensamientos verbales" será intenso pero triste, culpabilizador, vejatorio. 


En alguien muy eufórico será intenso y grandioso, enamorado, místico, divino, descabellado... 


La falta de reconocimiento de esos pensamientos como propios quizá venga de que, en serenidad, nunca "pensamos tan alto".


¿Y en alguien con déficit en la parte del cerebro que "recibe" lo pensado/sentido? Como no está bien coordinada con la parte que "emite" lo pensado/sentido, (quizá eso sea la esquizofrenia, y por eso lo alucinatorio es sobretodo verbal, porque pensamos con palabras, y sensorial simple, como lo olfatorio, tactil, propioceptivo y gustativo), esa descoordinación produce un continuo "eco" del pensamiento, que además de "comentar" sin entusiasmo lo que sea, produce una confusión similar a la que sentían los invitados a El hormiguero, cuando les ponían unos auriculares que les hacían escucharse con retardo. Aquí el problema no es, por tanto, de "intensidad" del habla interna. Aunque imagino que, como mecanismo lógico frente a tanta extrañeza, la parte del cerebro que nos pone "hiperalerta" se activa, y entonces ya tenemos el lío. La hiperalerta hace que todo lo que rodea a la persona parezca que le alude o le amenaza, y "sube el volumen" del discurso interno, que parece aún más "ajeno", y además, como el contenido es del color emocional del que piensa, los contenidos empiezan a ser angustiosos, insultantes, imperativos, primitivos...


¿Y las alucinaciones visuales? Quizá sean "activaciones" de otras zonas de la memoria, más que del discurrir contínuo del discurso interno. Y por eso ese signo inespecífico, equivalente a una "inflamacion neuroquímica", es tan frecuentemente secundario a una causa física conocida (estado febril, intoxicación, daño neurológico, etc...)



En todo caso, lo expuesto hasta ahora puede dar pistas para ayudar a quienes oyen voces. Serenar el discurso interno (directamente, con meditación, o indirectamente, serenando el ánimo) producirá una amortiguación de la intensidad de las voces, y una dulcificación de su contenido.

Así se entiende mejor lo que explican expertos en voces 

No hay comentarios:

Publicar un comentario